Teilhard de Chardin, una nueva visión de los Ejercicios Espirituales
de San Ignacio
Agustín Udías, S.J.
Los nuevos Ejercicios de Teilhard
En especial, para Teilhard, como para todo jesuita, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola constituyen un punto central de su vida y espiritualidad. Después de su formación como Jesuita, en la que hizo el mes completo de los Ejercicios en el noviciado y la tercera probación, todos los años hizo fielmente el retiro anual de ocho días de Ejercicios, muchas veces durante sus largos viajes en barco. Afortunadamente, tenemos sus apuntes de los Ejercicios desde 1919 hasta 1954, faltando solo los de 1933 a 1938 (1). Estas notas escritas para sí mismo nos muestran lo más íntimo de la evolución de su espiritualidad a lo largo de su vida y su concepción y práctica de los Ejercicios.
Así como la espiritualidad de Teilhard, marcada por la visión científica de un mundo en evolución, tiene unas características especiales, estas se reflejan también en su concepción y práctica de los Ejercicios Espirituales.
En un escrito un mes antes de su muerte, insiste que en su formación religiosa los jóvenes jesuitas destinados a las ciencias deben ser educados a discernir y encontrar lo “Crístico” en y a través de un “Ultrahumano”. De este modo, la formación espiritual de los estudiantes jesuitas, “que encuentra su expresión en la práctica de los Ejercicios, debe ser repensada (al igual que el Dogma) en el sentido de una mejor apreciación de la virtudes a la vez crísticas y cristificantes de las acciones y obras humanas. “El Principio y Fundamento”, “El Rey Temporal”, “La dos Banderas”, como Meditaciones esenciales están concebidas en un tiempo en el que el hombre todavía se miraba como situado en un Universo estático… Ellas no dan al progreso de la Hominización todo su valor santificante y comunicante”(2). Teilhard tenía muy claro que las meditaciones de los ejercicios tenían que adaptarse a la nueva visión evolutiva del universo y del hombre que proporcionan hoy las ciencias.
Las meditaciones esenciales de los Ejercicios Espirituales (Principio y Fundamento, Rey Temporal, Dos banderas…), concebidas desde el punto de vista de un universo estático, deben adaptarse a la visión de uno dinámico, en evolución a través del trabajo humano, atraído por acción del Cristo Total hacia el que tiende todo el universo.
Esta adaptación de los Ejercicios la podemos encontrar formulada de una manera explícita en las notas de Teilhard de los Ejercicios del año 1952 (3). En ellas empieza refiriéndose a los Ejercicios como: “no ya “los” Ejercicios; sino (muy humildemente… y porque yo soy interiormente forzado) MIS Ejercicios (MES Exercices)”. Sus mayúsculas en el “mis” ponen de relieve lo personal y propio que tienen su visión y práctica de los Ejercicios a los que también llama “los Trans-Ejercicios” (Les Trans-Exercices). Es decir, como si fueran más allá de la formulación tradicional. De esta forma, las meditaciones del Principio y Fundamento, el Pecado, Cristo, la Cruz adquieren una dimensión nueva y como un “nuevo corazón” y así las llama ahora anteponiéndolas el prefijo “neo” (le néo-Fondement, le Néo-péché, le néo-Christ, la néo-Croix, el nuevo Fundamento, el Nuevo-pecado, el nuevo Cristo, la nueva-Cruz). Las cuatro semanas de los Ejercicios toman, también, unos nombres nuevos en donde aparece también el prefijo neo: 1ª, Neo-Creación (Medio Divino y Dios-Omega), 2ª, Neo-Encarnación, 3ª, Neo-Redención, 4ª, Neo-Pleromización. Por “pleromización” Teilhard entiende la realización final o pleroma (plenitud) en el Cristo-Omega, en el que, de acuerdo con San Pablo, Cristo será todo en todas las cosas. Vemos que en realidad las cuatro semanas mantienen el esquema ignaciano, pero reformulado de acuerdo con su visión del mundo y del papel de Cristo en él. En el resto de los apuntes de ese año encontramos un desarrollo de esta nueva concepción de los Ejercicios. En una carta de ese mismo año 1952 a su amigo el P. Pierre Leroy, con el que había compartido varios años en China, Teilhard le comenta los Ejercicios que va a hacer de acuerdo con esta nueva visión que, como le dice, “está seguro que el P. Ignacio aprobará”. Sin embargo, reconoce que tiene que constatar, “más profundamente que nunca”, “el abismo que se ha creado poco a poco entre mi visión religiosa del Mundo y la de los Ejercicios… “Abismo” no de contradicción sino de expansión” (4). Aclara de esta manera que se mantiene lo fundamental de los Ejercicios, pero vistos ahora desde una nueva perspectiva que se abre a nuevas visiones del mundo y la presencia de Cristo en él.
En sus apuntes, encontramos otros textos en los que Teilhard muestra como los Ejercicios deben ser modificados para adaptarse a los tiempos modernos (5). Por ejemplo, en los Ejercicios de 1940 escribe: “Nada en común entre mi actitud y la de San Ignacio. En unas épocas semejantes, el busca convertirse por una suerte de “integrismo”, mientras que yo me inclino hacia el “integralismo” (sobre-humanismo)” (6). Más adelante, en los mismos Ejercicios, mirando hacia el futuro y las nuevas formas de hacer los Ejercicios que el propone, escribe: “Quien será el nuevo San Ignacio y sus dichosos compañeros. ¡Pueden acaso salir de mi polvo!” (7). Vemos, por lo tanto, como Teilhard concibe la práctica de los Ejercicios de una manera nueva, dentro de su visión evolutiva del mundo y el papel central de Cristo en él.
Estas ideas sobre las nuevas orientaciones de los Ejercicios, de acuerdo con la visión cristiana propia de Teilhard, que el mismo resume en “una religión de la evolución “cristificada” o un cristianismo evolucionado” (8), se han de tener en cuenta, al considerar los textos que proponemos dentro del esquema de los Ejercicios, a lo largo de las cuatro semanas. Los textos nos abren a una visión nueva de las meditaciones tradicionales de los Ejercicios y de lo más central de la espiritualidad ignaciana. Para el que no esté generalizado con las ideas de Teillhard y en especial su cristología, algunas cosas le pueden resultar algo extrañas. Dejémonos, sin embargo, impresionar por estos textos que nos presentan una nueva visión de los Ejercicios Espirituales, fruto de una profunda experiencia mística de la presencia de Cristo en el mundo, formulada de una forma nueva.
El rey temporal y el Cristo cósmico
La segunda semana de los Ejercicios Espirituales viene marcada por las meditaciones centrales del “Llamamiento del Rey Temporal”, “Dos banderas”,. Ellas nos preparan a las meditaciones que siguen sobre la encarnación, el nacimiento y la vida de Cristo. La segunda semana se abre con la meditación del llamamiento del rey temporal, como imagen del llamamiento de Cristo, rey eternal, y la respuesta de la persona a él. Así como la visión de Teilhard de Cristo cósmico tiene unas características especiales, su llamada y la respuesta a ella también las tienen. En esta llamada, Teilhard incluye la colaboración del hombre al trabajo por el progreso del mundo hacia su final convergencia en Cristo mismo, animado por la fuerza del amor.
Para Teilhard, la visión evolutiva del mundo, que las ciencias nos han descubierto, tiene que ser convergente, es decir, llevada por el progreso de la humanidad (la noosfera), en la que continúa su evolución, hacia su final culminación, proceso que se realiza por la atracción hacia sí del que él llama el Punto Omega que se identifica con Dios. Su fe cristiana le descubre que ese Punto Omega es Cristo, en virtud de ser la encarnación de Dios en el mundo. De esta forma, si el mundo finalmente evoluciona hacia su unión con Cristo, la cosmogénesis de la evolución se convierte en una Cristogénesis. Como Teilhard mismo dice. “Si el Mundo es convergente y si Cristo ocupa el centro, he aquí que la Cristogénesis de San Pablo y San Juan no es otra cosa, ni más ni menos, que la prolongación, a la vez anhelada e inesperada, de la Noogénesis en la cual, por nuestra experiencia, culmina la comogénesis. Cristo se reviste orgánicamente de la majestad misma de su creación” (9).
La figura de Cristo, rey eternal, que propone San Ignacio, siguiendo el modelo del rey temporal, de acuerdo con la mentalidad de su tiempo, es ahora, para Teilhard, el “Cristo cósmico”, centro y origen del universo. La meditación del “Rey temporal” adquiere ahora, por lo tanto, unas dimensiones cósmicas nuevas, que Teilhard encuentra reflejadas en los textos de San Pablo. Cristo, el Verbo divino encarnado, de esta forma, es el que informa y atrae, por su “poderosa energía” a su culminación en sí mismo a todo el universo. La presencia de Cristo, como fin último de todo el universo, resplandece así en todas las cosas: “La influencia Cósmica de Cristo es de “santificar la Vida”, de purificarla, de llevarla a su fin en los individuos que nacen y en la presión todavía difusa y de enfrentamiento que la constituye”.(10)
A Cristo Cósmico dirige Teilhard su oración. En ella Cristo es el centro de todo el universo, influencia dominadora que nos penetra, sostiene y atrae, el ser cósmico que nos envuelve y nos completa en la perfección de su unidad. Por él se siente atraído y amado y en el alma de Jesús, encuentra Teilhard, el alma y el vínculo de todos los esfuerzos de la humanidad entera. En la humanidad de Cristo se encuentra una síntesis de todos los hombres y sus anhelos y esfuerzos, el soplo que une y armoniza todos los elementos dispersos.
Oh sí, Jesús, yo lo creo y lo quiero gritar desde los tejados y en las plazas públicas: Tú no eres, solamente, el Dueño exterior de las cosas y el Esplendor incomunicable del Universo…. Tú eres el Ser cósmico, que nos envuelve y nos completa en la perfección de su Unidad. ¡Es así, y por esto, yo Te amo por encima de todo! (11)
El Medio Divino y lo Crístico.
La última contemplación de los Ejercicios es la “Contemplación para alcanzar amor”. En ella S. Ignacio empieza definiendo el amor: “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras… el amor consiste en la comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede” (12). En ella se pide “conocimiento interno de tanto don recibido .. para que pueda en todo amar y servir a su divina majestad” (13). Teilhard generaliza el sentido del amor dándole un significado cósmico, así que, como ya vimos, de él dice : “El amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de las energías cósmicas”. De esta forma concluye: “La manera más expresiva y más profundamente verdadera de afirmar la Evolución universal será sin duda rastrear la Evolución del Amor” (14). El amor se convierte, así, en el fin último de la evolución, que consiste en la unión última del mundo en el Cristo-Omega.
En el segundo punto de la contemplación para alcanzar amor, pide S. Ignacio que miremos, “cómo Dios habita en la criaturas: en los elementos dando el ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender” y en el tercero, “como Dios trabaja y labora por mí en todas las cosas criadas sobre la haz de la tierra” (15). Quiere, por lo tanto, que nos hagamos conscientes de la presencia de Dios en todas las cosas en nuestro entorno. Teilhard expande esta presencia de Dios a todo el universo, en su moderna concepción evolutiva, y la considera como una presencia de Cristo en su naturaleza “cósmica”. (16)
Para expresar esa presencia de Dios en el mundo, que lo convierte en lo que él llama el Medio Divino, Teilhard usa dos términos: transparencia y diafanía. Ellas muestran cómo en el mundo creado, Dios mismo se nos hace presente. De esta manera, el Medio Divino se nos manifiesta como “una incandescencia de las capas interiores del ser, cuya diafanía ninguna potencia del mundo puede impedirnos gustar sus gozos”. Lo divino nos rodea, nos penetra y nos moldea, de forma que podemos decir que en realidad vivimos sumergidos en lo divino. Reconocer el mundo como el Medio Divino es realmente vivir continuamente en la presencia de Dios.
Finalmente, la presencia de Cristo en el mundo por su encarnación lleva a Teilhard a considerar al mundo mismo, usando su terminología, como un “mundo cristificado”. Asi dirá, que la presencia del Cristo-Omega, convierte la dimensión cósmica del mundo en una dimensión “crística”, de forma, que lo cósmico expande y engrandece lo crístico y lo crístico “amoriza”, es decir, llena de energía (energía del amor) hasta la “incandescencia”, el ámbito de lo cósmico. Para Teilhard, por lo tanto, lo que llama “lo Crístico”, constituye una síntesis entre la convergencia cósmica y la emergencia crística. Une así la visión desde abajo con la de desde arriba, a lo que se puede llegar contemplando el mundo en evolución (dimensión cósmica) y lo que la fe cristiana nos dice de Cristo (dimensión crística), presente en el mundo por su encarnación. Con el Universo cristificado (o lo que viene a ser lo mismo con Cristo universalizado), aparece un super-medio evolutivo al que yo he llamado “el Medio Divino”. (17)
NOTAS
(1) Las referencias a las obras de Teilhard se dan, principalmente, a sus obras completas en el original francés: Pierre Teilhard de Chardin, Oeuvres 1-13 (París: Seuil, 1955-1976).
Pierre Teilhard de Chardin, Notes de retraites, 1919-1954 (París: Seuil, 2003)
(2) Science et Christ, Oeuvres 9, Recherche, Travail et Adoration, 281-289.
(3) Notes de retraites, 324-325.
(4) Pierre Leroy, Lettres familières de Pierre Teilhard de Chardin mon ami, 1948-1955 (París: Le Centurion, 1976) p. 145.
(5) Dupleix y Maurice, Christ present, 36-39.
(6) Notes de retraites, 158.
(7) Notes de retraites, 160.
(8) Notes de retraites, 332.
(9) Le phénomène humain. Oeuvres 1, 330-331.
(10) Journal, 91.
(11) Écrits du temp de la guerre, Oeuvres 12. La vie cosmique, 60
(12) Ejercicios Espirituales [231]
(13) Ejercicios Espirituales, [233].
(14) L’Énergie humain. Oeuvres 6, L’Esprit de la Terre, 40, 41.
(15) Ejercicios Espirituales, [235], [236] .
(16) Le milieu divin, Oeuvres 4, 133.
(17) Le coeur de la matiere. Oeuvres 13. Le Christique, 110-