“He estudiado la materia y he encontrado el espíritu.”

Domingo 29 de diciembre de 2013  El “Osservatore Romano”  El Vaticano

En estos días, los estudios teológicos toman cada vez más en cuenta la dinámica y desarrollo de las partes constituyentes del universo y del ser humano. El jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin (1881 – 1955) está ahora reconocido como el iniciador de esta corriente. Es obvio que la ciencia y la fe, deben a este extraordinario científico, una decisiva contribución al diálogo, cada cual guardando su propio campo, más allá de una simple concordancia vacía de información y recurrente de lecturas hostiles.

Actualmente los estudios teológicos toman más y más en cuenta, la parte constitutiva, dinámica y evolutiva, del universo y el hombre. El jesuita francés  Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) es ahora reconocido como el pionero (de esta corriente). Es obvio que la ciencia y la fe deben a este extraordinario científico una contribución decisiva  a la posibilidad de un diálogo, cada cual guardando su propio campo, más allá de concordancias simplistas y lecturas hostiles recurrentes.

Es necesario retroceder al triste y controversial Monitum que fue proclamado por el Santo Oficio el 30 de junio de 1962 y que expresaba:  “Algunos trabajos, aun póstumos, del Padre P. Teilhard de Chardin se han difundido y logrado no poco éxito. Sin tomar en consideración lo positivo en materia científica, es suficientemente obvio que acerca de cuestiones filosóficas y teológicas estos trabajos están llenos de ambigüedades  o incluso, de serios errores, que destruyen la doctrina católica.”

Un breve comentario sobre este texto no firmado, apareció el mismo día en el “Osservatore Romano” bajo el título “Pierre Teilhard de Chardin y sus reflexiones en materia filosófica y religiosa”. En este artículo las razones para la acusación y la perentoria precaución se explicaban:  “En sus trabajos filosóficos y teológicos, (contrario a su obra científica, el mérito de los cuales es indisputable), existen serios errores y peligrosas ambigüedades. A pesar de la severidad de las opiniones acerca del método y pensamiento del jesuita, el artículo intentaba proteger la memoria de su persona: “Queremos reconocer que Teilhard como  persona, llevó una intensa vida espiritual. Es obvio que no queremos condenar su persona, sino su método y su pensamiento” De hecho, a pesar del Monitum, el innegable valor de su contribución ha sido reconocida y estudios serios, serenos, de su pensamiento han sido aceptados y lo siguen siendo el día de hoy, conduciendo a buenos resultados y nuevos retos.

Al día de hoy, más de medio siglo después del Monitum, el cual fue principalmente dirigido a los responsables del entrenamiento intelectual de los seminaristas. Podemos decir sin embargo, que cualquiera que hayan sido sus buenas intenciones, y el mérito de sus significativas intuiciones, el pensamiento de Teilhard de Chardin no está exento de algunos eslabones perdidos y dificultades, en lugar de “ambigüedades y serios errores”

El primero en apreciar publica y valientemente la figura de Teilhard fue Pablo VI, quien el 24 de febrero de 1966, mientras visitaba una planta farmacéutica, declaró de acuerdo al “Osservatore Romano” de la misma fecha: “Un famoso científico ha dicho Mientras más estudio la Materia, más encuentro el Espíritu”. El santo Padre citó a Teilhard de Chardin. “quien ha dado una explicación del universo y ha sido capaz, a pesar de muchas predisposiciones e inexactitudes, de ver en el interior de las cosas un principio inteligente que debemos llamar Dios

Poco después, el teólogo Joseph Ratzinger en la parte Cristológica de su Introducción a la Cristianidad (1968), acerca de Jesús y su relación con la humanidad como una totalidad, considera al Jesuita de manera positiva: “El gran mérito de Teilhard de Chardin se apoya en el hecho de que él pensó sobre estas relaciones en el contexto de un mundo moderno, de una nueva manera y, a pesar de su modo de expresarse como un biólogo, fue capaz de entenderlas con precisión y en cualquier caso, hacerlas accesibles otra vez”

De acuerdo con Ratzinger, el valor de la contribución de Teilhard surge del hecho de que él entendió el universo como tendiente a un punto trascendental y personal en el cual el hombre es “como un ser humano parte de un Super-ego que no lo minimiza sino que lo abraza, y es solamente en este estado de unificación que aparecerá la categoría que el hombre tendrá en el futuro, la categoría en la cual será posible decir que el ser humano realmente ha alcanzado su fin. Nosotros creemos que podemos admitir con bastante seguridad, aceptando la presente visión del mundo y ciertamente con un vocabulario, algunas veces demasiado de biólogo, que aquí la Cristología de San Pablo está esencialmente expresada de una manera entendible y ajustada a una nueva vía”.

En la opinión de Ratzinger es cierta hasta la extensión de que es capaz de ver en el “Cristo-Omega” la perspectiva unificadora de la escatología de la humanidad. A este efectivo avance, esto es, a este nuevo entendimiento de Cristo de acuerdo a la presente visión del mundo, puede perdonarse la empatía con el vocabulario de un biólogo, dado que , hasta donde el significado concierne, existe en ello una sustancial coherencia con la Cristología Paulina.

Sin embargo, esta estimación positiva fue seguida años después, cuando Ratzinger era Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, por un cierto distanciamiento acerca de una de las importantes consecuencias de la visión de Teilhard: la naturaleza del pecado original. Habiendo sido entrevistado en 1985 por Victorio Messori, el entonces cardenal declaro: “Si asumimos la evolución del mundo (que en teología es coincidente en sus características con un cierto ‘Teihardiarismo’) es obvio que no hay lugar para ningún ‘pecado original’. En el mejor de los casos sería solo un dicho simbólico y mítico, mostrando las deficiencias naturales de una creatura tal como el hombre, que va desde un origen muy imperfecto hacia la perfección y una completa satisfacción de sus deseos. De cualquier manera, aceptar este punto de vista, significa invertir la estructura del Cristianismo. Cristo es removido del pasado al futuro y la redención sólo significa caminar hacia el futuro como una necesaria evolución hacia algo mejor (…) Sin embargo, estas dificultades de origen más o menos científico no son las verdaderas raíces de la presente crisis del ‘pecado original’ (…) Debemos ser conscientes que estamos enfrentando una pre-concepción y una pre-decisión de carácter filosófico. Alejándose de ciertos ‘teilhardiarismos’ y no exactamente de Teilhard mismo, Ratzinger se está refiriendo a las dificultades que han sido especialmente abonadas acerca del pecado original.

Subsecuentemente, el 24 de Julio de 2009, en una homilía en Aoste, Benedicto XVI se refirió otra vez a Teilhard, esta vez de una manera positiva: “la función del sacerdote es consagrarse al mundo para que pueda llegar a ser un huésped vívido, con el objeto de transformar el mundo en una liturgia; tal liturgia no puede estar detrás del mundo real, sino que el mundo mismo pueda llegar a ser un huésped vívido, una liturgia. Es en esta gran visión que también llegamos tarde a la de Teilhard de Chardin: al final tendremos una liturgia cósmica real, en la cual el cosmos llegará a ser un huésped vívido.

En confirmación a la progresiva, aunque implícita rehabilitación del Jesuita, debemos también recordar la carta que en 1981, en ocasión al centenario del nacimiento de Teilhard, el Secretario de Estado, Cardenal Casarolli, a nombre de Juan Pablo II, envió a Paul Puchard, Rector del Instituto Católico de París. En esta carta, el Cardenal apreciaba el esfuerzo de investigación para conciliar la fe y la razón, sin excluir “el crítico y sereno estudio, tanto en el campo científico y filosófico, de un trabajo fuera de lo ordinario”.

Como prueba de la recepción positive del pensamiento de Teilhard, mencionemos al menos tres eventos importantes que demuestran como el carácter dinámico y evolucionario del esquema divino de salvación es parte de la concepción básica de la enseñanza magisterial (del magisterio). En la constitución pastoral Gaudium et Spes (N° 5) del Concilio Vaticano II, se declara: “Brevemente, la raza humana está pasando de una noción estática de orden de las cosas a una concepción más dinámica y evolucionista. Y en el catecismo de la Iglesia Católica (n, 310), podemos leer: Dios quiere de manera libre, crear un mundo que “progrese” hacia un final que se cumpla exitosamente. Este desarrollo está incluido en el esquema de Dios, con la emergencia de ciertos seres y la desaparición de otros, la aparición de los más perfectos junto con los menos perfectos, con construcciones naturales y también destrucciones. Mientras la creación no alcance su perfección, el bien y el mal físicos, han de coexistir. Tales declaraciones tienden a reconocer que las admirables intuiciones básicas de Teilhard, son compatibles con la fe Cristiana, por lo que fomenta una respuesta a la pregunta que el Papa Juan Pablo II hizo en una carta(1º de junio de 1988) al jesuita George V. Coyne, Director del Obsevatorio del Vaticano: ¿Puede una perspectiva evolucionista dar luz a la antropología teológica acerca del significado de la persona humana como “imagen de Dios” acerca del problema d la Cristología y también acerca del desarrollo de la doctrina misma?”. En un mundo posterior una centuria y media a la publicación del libro de Darwin ‘El origen de la especies’ (1859) acerca de la evolución podemos decir que el evolucionismo científico no puede considerarse como imposible de entender por la teología, como pudo haber sido el caso en un tiempo de mutua suspicacia entre ciencia y fe.

Al respecto, hay otras importantes contribuciones siguiendo el trabajo de Teilhard de Chardin, entre las cuales destaca la de Karl Rahner, más antropológica y Cristológica. La encarnación, lejos de ser incompatible, encaja completamente en la concepción evolucionista del mundo .Dos riesgos hay dejando esto de lado; por una parte se regresa la Revelación a una filosofía y por la otra se establece una frontera entre la doctrina Critológica y la cultura contemporánea. Por el contario, debemos “subrayar la cercana afinidad que liga las dos realidades, como se revela en ciertas similitudes de estilo, estas realidades estarán abiertas a una mutua coordinación.

Gracias a Teilhard, son ahora ciertas las raíces de la creación en Cristo del Nuevo Testamento y la dirección cósmica hacia una perfección escatológica, así como la expectativa de la “semilla del Mundo”, que viene de antiguas autoridades como Justiniano y Clemente de Alejandría. En este contexto, el trabajo del Padre no es sólo la Creación, sino la progresiva construcción de un universo que procede hacia un fin (cf Heb.3.4); de acuerdo a esta concepción existe un centro, Cristo, cuya perfección personal se logra a través de un proceso marcado por el sufrimiento (cf Heb.5/8-9). Hoy, la necesidad de reconocer el "fruto del mundo" es más y más primordial, llegando a la madurez en las culturas y entre la gente que lleva los trazos de la historia de la salvación, que los incluye a todos a través de mucho sufrimiento y pobreza. Si la visión de Teilhard pudo haber abierto el horizonte cósmico de Cristo como el “versus unum” (en el cual podemos también reconocer la palabra ‘universo’), en otro sentido la Historia y el universo mantienen una firme contradicción así como una armonía, comunión y paz hasta donde interesa. Por consecuencia, cuando nosotros podemos reconocer el fruto maduro del Mundo Encarnado, crucificado y elevado, pero en la cruz del hombre y el mundo, como podemos leer en Gaudium et Spes (no22), el misterio Pascual se perpetúa.

The Osservartore Romano, 29th December 2013.