«Mirar cómo Dios habita en las criaturas…

en las plantas vegetando»

(Ejercicios Espirituales n. 235)

Los Jesuitas desde su nacimiento como orden misionera, vivieron la dispersión, pues nuestra vida es para ir «a cualquiera región a que nos quieran enviar». Javier marchó a la India llegando hasta Japón y murió en las puertas de China. En tiempos de San Ignacio se emprendió la misión del Nuevo Mundo, solicitada por el Rey Juan III de Portugal; así el P. Manuel da Nóbrega llegó a Brasil (1549) junto con diez compañeros y poco después San José de Anchieta. Durante el generalato de San Francisco de Borja, zarparon los primeros misioneros jesuitas a las colonias dependientes de la corona española. San Ignacio, que dio una gran importancia a la correspondencia entre los compañeros, en una carta al P. Gaspar Berze en la India le pedía que le diera noticia sobre «la cosmografía de las regiones donde andan los nuestros […] y si otras cosas hay que parezcan extraordinarias, se dé aviso, como animales y plantas no conocidas».

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