(Inédito, no publicado en castellano)

 

NOTA PARA AYUDAR A LA EVANGELIZACION DE LOS NUEVOS TIEMPOS [1]

Este texto fue redactado en Estrasburgo en 1919 inmediatamente después de “Forma Christi” (23 de diciembre de 1918) [2]. Al volver a copiarlo (el manuscrito que tenemos a la vista no contiene ninguna supresión), el padre Teilhard lo ha fechado en el día de la Epifanía. De hecho, el trabajo parece no haber sido puesto a punto más que unos días más tarde. En efecto el autor escribió el 8 de enero de 1919 desde Estrasburgo a su prima Margarita Teillard-Chambon:

     “Me he retrasado un poco contigo a causa de la redacción de mi pequeño “Manifiesto” que hoy está casi terminado. Hay por aquí y por allá palabras un poco crudas, pero no creo haberme apartado de una absoluta sinceridad ni de un dominante amor a la Iglesia que es la única que nos garantiza la alegría de poseer a Nuestro Señor. Mi objetivo es, ante todo, hacerme comprender por los amigos, por tanto he buscado, sobre todo, ser franco y claro” [3].

A continuación le cuenta su proyecto de enviar su trabajo al Padre Léonce de Grandmaison [4]; pero esta vez no es con vistas a la publicación en  Études ni en Recherches de science religieuse:

“Confío en él para guiarme, para sugerirme métodos prácticos (si hay lugar) y también influir oportunamente en las decisiones de mis superiores. Hay que pedir siempre, ¿No es así?” [5].

Y de nuevo, el 11 de enero: “En cuanto a la Nota para el apostolado la envié ayer al P. de Grandmaison con una carta muy franca (…) Creo que es preferible ser franco en una exposición que representa, en suma, una apertura de conciencia. Antes de enviarlo a otros preferiría esperar la aprobación del Padre Léonce” [6]

Se trata, pues, de un texto confidencial. En cuanto al contenido, parece bastante más cercano al de  “El domino del Mundo” El mismo tema será obsesivamente retomado por el padre Teilhard sin sustanciales modificaciones, a todo lo largo de su existencia, principalmente en la “Reponse a l´enquete de la vie intelectuelle” sobre la incredulidad moderna (1933) [7], en “Reflexions sur la conversión du monde” (1936) [8], en “Parole atendue” (1941) [9], en “Coeur du problema” (1949) [10]. La “fe en el Mundo” que él quisiera ver mejor acogida por aquellos que tienen autoridad en la Iglesia, tomará para él, cada vez más nítidamente, la forma de una fe impulsora hacia la vanguardia..- Ver también “La Foi en l´homme” (enero 1947; “Oeuvres”, t. V. p. 235-243) [11]; “Conference a la reunión internationelle S.J. de Versailles” (agosto 1947) [12].*

A los grandes guías de la Humanidad (tanto para el bien como para el mal) se los han encontrado siempre entre aquellos hombres en los que brillaba más intensamente el espíritu de su tiempo

 

ADVERTENCIA

Para moverse eficazmente en una corriente de la vida, sea cual sea, es preciso pertenecer a esa corriente. Solo un obrero puede ser entendido por los obreros. Solo un geólogo o un soldado puede hablar a geólogos o a soldados…- Solo un Hombre puede hacerse escuchar por los Hombres.

            Hoy en día ¿existe, y voy a demostrarlo, un movimiento religioso natural en el que hay cristianos, sacerdotes, -y pensemos que también nosotros-, que esta llamado a influenciar, para sobrenaturalizar (que es en lo que consiste propiamente la conversión de la Tierra), en el que es absolutamente necesario que participemos, –non verbo tantum, sed re [13]en su impulso, en sus inquietudes y en sus esperanzas?

           En tanto en cuanto parezcamos querer imponer, desde fuera, a los modernos una Divinidad confeccionada, predefinida, nos veremos condenados irremediablemente a predicar en el desierto.

           Solo hay un medio de que Dios reine sobre los hombres de nuestro tiempo, y es usando su sistema, buscando junto con ellos a un Dios que ya poseemos pero que parece como si no le conociéramos

         ¿Cuál es el Dios que buscan nuestros contemporáneos y cómo podemos llegar a encontrarlo junto con ellos, en Jesús?, es lo que quiero expresar aquí porque yo lo he sentido [14].

               I.  EL IDEAL DIVINO MODERNO

                     El movimiento religioso profundo de nuestra época me parece que se caracteriza por la aparición (en la conciencia humana) del Universo – concebido como un Todo natural más noble que el Hombre, – y por ello, para el Hombre es equivalente a un Dios (acabado o no).

             Sin embargo, la figura de este Dios es confusa. Más que él mismo, es su amanecer el que nos deslumbra en la misma dirección que la Vida, la Verdad, el Espíritu – pero su resplandor es indudable.

           Tras una ilusión (geo-antropo-europeo-céntrica) [15] cierta, una perspectiva más exacta de las cosas nos muestra hoy a nuestro ser perdido en un conjunto tal de potencias y misterios, a nuestra individualidad sometida a una serie de relaciones y extensiones, a nuestra Civilización rodeada por tantos ciclos de pensamiento, que un sentimiento de abrumadora dominación del Mundo sobre nuestras personas invade a cualquiera desde la visión de su  tiempo.

           La Realidad que, desde siempre, los místicos, supuestamente panteístas [16], han sentido ascender en el cielo de las almas – hoy, gracias al progreso de la observación y del pensamiento comienza a ser percibida hasta por la masa. Y entonces, sin saber aún dar un Nombre correcto al gran Ser que toma cuerpo para él  y por él en el seno del Mundo el Hombre moderno sabe ya que solo adorará a una divinidad si esta posee ciertos atributos mediante los cuales la reconocerá.

          El Dios que nuestro siglo espera, debe ser:

          1º Tan vasto y misterioso como el Cosmos

          2º Tan inmediato y envolvente como la Vida

          3º Tan ligado (de cualquier forma) a nuestro esfuerzo como la Humanidad

Un Dios que hiciera el Mundo más pequeño o menos interesante, un Dios al que nuestro corazón y nuestra razón encontraran menos hermoso de lo que esperábamos no será nunca aquel ante el cual la Tierra se arrodille.

            No nos engañemos. El Ideal cristiano (tal como se describe normalmente) ha dejado de ser,- de lo cual nos ufanamos un poco ingenuamente-, el Ideal común de la Humanidad.

             Si los humanos quieren ser sinceros, deberán confesar, cada vez en mayor número, que el Cristianismo les parece invenciblemente inhumano e inferior, tanto por lo que se refiere a sus promesas de felicidad individual [17] como a sus máximas de renunciamiento. Vuestro Evangelio, dicen, tiende a hacer que las almas se interesen en sus ventajas individuales, egoístas… – desinteresadas en el trabajo común, por tanto, a nosotros no nos interesa…”

           La preeminencia adquirida por el Todo sobre el individuo, en la conciencia moderna, tiende rápidamente a hacer nacer en ella un Ideal Moral nuevo donde se da paso a la justicia sobre la caridad, al trabajo sobre el desinterés, al pleno esfuerzo para el desarrollo sobre la mortificación…

        “Cristiano” y “Humano” tienden a no coincidir ya ¡He aquí el gran cisma que amenaza a la Iglesia!

       ¡Que nadie diga que este cisma es imaginario o al menos que todos los males están entre los que se apartan!

        La Vida, en conjunto, no se equivoca – ¿Dónde está hoy la Vida? ¿Sigue entre nosotros?

        ¿Cuáles son los libros que se publican a miles sino aquellos en los que se esboza la religión de un Dios próximo, progresivo, universal tal como lo descubren espíritus sinceros y apasionados, como W. James, Schuré, Maeterlinck, Bergson, Wells y tantos otros? [18]

       ¿Cuál es la voz que se escucha en Roma (hacemos bien en reírnos de nuestro Olimpo) sino aquella que dice: “…tengo la sensación de que han llegado los días en que, olvidando los lazos locales, los hombres deberían unirse en una gran empresa que reunirá, para siempre, entre ellos, a los hombres libres para convertirse en un cuerpo único de espíritus libres” (Wilson, 4 de enero de 1919)? [19].

         Y, ¿cuál es, ante todo, la llamada del espíritu en nosotros?…

         En lo que a mí concierne, lo afirmo ante Dios,  a fin de que este testimonio ilumine a hermanos que tienen confianza en mis deseos de perfección, pero que “no aprueban” quizás en el mismo grado que yo el alma de su tiempo:

          “Tras una serie de determinadas experiencias (experimentadas en mi infancia y analizadas durante largos años)  he llegado a “integrar”, a introducir (como yo decía)  en mi Fe, esta pasión del Universo que anima hoy a la Humanidad “natural”, tengo la impresión de haber llegado a un Mundo nuevo. En comparación con las satisfacciones y deseos que experimento ahora mi vida religiosa anterior me parece pueril.”

          Verdaderamente, cuando, tras haber compartido durante algún tiempo las preocupaciones, las esperanzas, la actividad que viven lo mejor de la Humanidad, se vuelve a determinados círculos de nuestra religión, se cree soñar al ver los esfuerzos que absorben en la beatificación de un servidor de Dios, en el éxito de una devoción, en el análisis refinado e imposible de un misterio.

        Construimos nuestra vivienda en las nubes y no vemos que la Realidad se mueve ajena a nosotros…

          Y, sin embargo, la Realidad tiene necesidad de nosotros, cristianos, para completarse. El Dios de la Biblia no se diferencia del Dios de la Naturaleza.

          ¿Qué precisa nuestra generación para que el panteísmo de los unos adquiera lo sobrenatural y la Fe de los otro se humanice? – para que, en el amenazante Cisma tenga lugar la Unión que vivifica?…

           Hace falta que en nombre de la más pura esencia de la Revelación, busquemos promover, mediante la oración, la meditación, un ejemplo: la conjunción de dos astros que con sus atracciones de signo contrario perturban, en apariencia, la paz de los hombres de buena voluntad.-

          Es preciso que prediquemos y practiquemos lo que llamaré “Evangelio del esfuerzo humano

II. EL EVANGELIO DEL ESFUERZO HUMANO

             El apostolado particular que propongo – y que apunta a santificar, no ya solamente una nación o categoría social sino al eje mismo del empuje humano hacia el Espíritu, comprende dos fases distintas: una, natural, que sirve para la introducción a la fe cristiana; la otra, sobrenatural, donde se desvelan las extensiones de la operación terrestre [20].

             1) Durante una primera fase de iniciación, creo que sería necesario desarrollar – en los que creen en Jesucristo tanto como en los que no creen – una mayor conciencia del Universo como ambiente- y de nuestra capacidad de acción sobre su desarrollo.

            Esta pasión religiosa, mística, incubada en nosotros por el Todo natural del que somos parte, conviene (si he de juzgar por mí mismo) alimentarla, sistematizarla – tanto para vivificar la religión de los fieles como para comenzar la adhesión fideista de los incrédulos.

          Para aquellos a los que absorbe la visión estrecha de lo individual se puede concebir una “formación” particular destinada a abrirlos al sentimiento (fundamental, en mi opinión, y también engrandecedor) de las Realidades suprapersonales.

          Para aquellos otros que tienen ya la intuición dominante de lo Universal, estoy convencido que el trabajo más eficaz que podríamos hacer por el Reino de Dios consistiría en animarles y confirmarles en su visión.

           Más allá de las asociaciones limitadas y precarias realizadas entre las naciones, alianzas, grandes uniones económicas o científicas, opino que es cristiano (“cristianorum est…”) educar a los hombres en la idea de algún Esfuerzo humano, único y específico, que agruparía todas las actividades, no solamente con un sentido defensivo (como se ha visto en algunos momentos durante la guerra) sino también en la persecución positiva de un Ideal supremo, -Ideal que no dejaría de precisarse con nuestros esfuerzos convergentes y pacientes hacia más Verdad, Belleza y Justicia.

            Hacer brillar, ante los ojos de los hombres (conforme a sus presentimientos de hoy) y compartir con ellos la esperanza de algún coronamiento del Universo – y, por ello, no pase por alto nada cuando se trate de asociarlos en la unidad de una misma fe terrestre – así debería ser, en mi opinión, la forma humana, preparatoria de nuestro celo y preparación.

          Y, en este terreno, estaríamos, nosotros los cristianos, totalmente asociados con la parte más noble y viva de nuestros contemporáneos, cualesquiera que fuesen sus convicciones religiosas.

         2) En una Humanidad sensibilizada de tal forma y unificada por la espera religiosa de alguna alma del Mundo, la Revelación puede llegar a insertarse [21].

         La fase propiamente cristiana, “esotérica”, de la Evangelización del “Esfuerzo Humano” consistiría (según mi idea) en presentar a Jesucristo a los Hombres cómo el Término mismo, entrevisto por ellos, del desarrollo universal, no pudiendo ellos (a causa de la sobrenaturalización del mundo) ser consumados más que en su Unidad – teniendo necesidad, para alcanzar su plenitud, de enraizarse en la totalidad de cada uno de ellos.

        ¿No es la médula misma de las enseñanzas de San Juan y San Pablo que “toda criatura, en toda ella, no adquiere su pleno desarrollo, su plena determinación, su plena personalidad, más que en Cristo-Jesús”?

      “Todo en el Cosmos es para el Espíritu” ese es el versículo natural,

       “Todo en el  Espíritu es para el Cristo”: he ahí el versículo sobrenatural del Evangelio que nuestro  Mundo necesita.

          En esta Revelación, está claro, yace la suprema consagración del Esfuerzo humano – No solamente, con una “buena” intención, el Hombre puede doblar el mérito de todo lo que hace sino también la sustancia (incluso la natural) de sus obras — es decir, cada nuevo grado de terminación vital que consigue, para él o para la especie – parece susceptible de integrarse en un Término absoluto del Mundo: Jesucristo, líder individual y “Forma universal” de los Elegidos [22].

        Hay verdaderamente una palabra secreta, que explica toda la Creación, que, permitiendo sentir a Dios en toda acción y en toda pasión (Dios creando en todas partes y naciendo en todas partes), es capaz de santificar nuestra generación… que la oye para que el Universo aparezca como las Especies universales donde, – según modos infinitamente diversos, pero reales – el Cristo se encarna por la acción combinada de los determinismos, las libertades y la gracia.

       Y esta palabra es: Hoc est corpus meum [23].

       La “consagración” universal, la comunión universal, es decir, la convergencia posible de todos los esfuerzos creados (opus et operatio)  hacia Dios y su adopción en la realidad final del Cristo – es lo que debemos mostrar a los hombres de nuestra época si queremos que vayan hacia Dios y que vayan ex toto corde suo.

     En efecto, solo desde este punto de vista el Cristo aparece como la prolongación del Ideal humano – y el Dios de los cristianos se descubre idéntico al que sueña la Tierra: tan grande, tan inmediato, tan interesado en nuestro progreso, como el Universo.

          No es suficiente que la coincidencia de los dos Ideales, natural y revelado (el uno desbordando al otro, pero sobre el mismo eje), se demuestre teóricamente posible. El argumento decisivo que convencerá al Mundo de la realidad de nuestro Dios consistirá en mostrar la conjunción de las dos atracciones, celeste y terrestre, realizada en una vía plenamente humana, porque es plenamente cristiana.

        Después de haber meditado y predicado para nosotros el Evangelio del Esfuerzo humano, es preciso que lo practiquemos, es decir, que demos con nuestra conducta el ejemplo de lo que puede hacer en el Hombre la pasión del Mundo transformada por el amor de Jesucristo.

          1) Ante todo, creo que, para un cristiano, es una vocación santa, sacerdotal, esencial para la Iglesia, mezclarse, por pasión por el Cristo, para alcanzar el Cristo a los Trabajadores de la Tierra.

         Con frecuencia hemos tenido el ejemplo de hombres que se dedicaban al estudio en la Religión para honrar o defender la Religión. Así que ¿cuándo veremos aparecer a sacerdotes, a religiosos, que yendo más allá de estas posturas extrínsecas, buscarán, estudiarán por medio de la religión, religiosamente, es decir, con una conciencia diferente y profesional que la mayoría de sus conquistas naturales, ya que ellas alimentan las almas, sirven en definitiva para hacer crecer el Cuerpo de Cristo?

         Puede ser que muy pronto serán multitud los que comprenderán que un sacerdote, como sacerdote, puede dedicarse a la Ciencia o a la Sociología – y que en ellas puede estar cumpliendo su función sacerdotal en la misma medida que especializándose en ritos fúnebres.

        ¡No es una pena y un desastre que hayamos consentido en que los Ministros de vida, a los ojos de la masa, hayan llegado a ser casi exclusivamente “los que entierran”! [24]

          2) La creencia en la santidad del Esfuerzo humano que hemos comprobado en nuestra necesidad de ser en nombre de nuestro Cristianismo, los primeros en despertar la Tierra, hará que permanezcamos fieles en el ámbito propio de las verdades religiosas.

          Se nos ha acostumbrado a considerar la Revelación como un resplandor que ilumina ampliamente toda la estructura del Mundo. Para no hacer sonreír a los Gentiles y, sobre todo, para no desanimarlos al venir hacia nosotros y vernos como ingenuos o como meros repetidores de nuestra visión del Universo, es urgente que devolvamos a sus justas proporciones los dones que Dios nos ha hecho en la Escritura.

      La Verdad divina no es aún para nosotros un Sol sino solo una pequeña estrella en la noche.

       A través de Jesucristo y los profetas hemos aprendido en qué sentido hacia qué fin se mueve el (centro) núcleo de nuestra pequeñez. En cuanto a las extensiones del Mundo y de nuestra persona, a las fases históricas y condiciones físicas de nuestro retorno a Dios, no sabemos apenas nada.

        Nos movemos en las tinieblas hacia un punto luminoso y, si no defendemos con encarnizamiento nuestra visión, si no la reconquistamos a cada instante, la visión de la estrella se nos escapará [25].

         He ahí la más bella realidad.

        Aquel que quiera continuar viendo debe luchar en cada instante por la luz. El cristiano no escapa a esta noble y austera ley que vincula el Espíritu con la Verdad.

          He aquí por qué una iglesia que, por imposible, no buscara en cada instante a su Dios como si pudiera perderlo (iba a decir como si aún  no lo tuviera) sería una iglesia muerta, completamente disuelta en medio del Pensamiento humano.

         Si sabemos decir estas cosas, un poco más claramente, a los hombres – si sienten que somos puestos a prueba, igual que ellos, por la angustia y la riqueza de la duda, ¿Nos soportarían como a tiranos de su espíritu y extraños a su alma?…

           En este momento (y esta conclusión resalta claramente, creo yo, en las páginas que preceden) el gran trabajo que se impone a la Teología, es precisamente no dejar que se eclipse la estrella de Belén por el nuevo astro, el Mundo, que se eleva sobre la Humanidad –

             En todas las ramas de la ciencia sagrada ha llegado el momento de escrutar, mediante el estudio y la razón, la región en que el Cosmos entra en contacto con Dios.

            a) En Dogmática, sería preciso que nuestros doctores, después de haber analizado por tanto tiempo las relaciones divinas “ad intra”, abordasen finalmente, con simpatía, el estudio de las relaciones ad extra que subordinan el Universo a Dios. Esto es algo que el pensamiento moderno exige imperiosamente – y la persistencia de un pensamiento herético en esta dirección es el signo de una profunda inquietud humana profunda que necesita ser satisfecha.

                Mientras que las mitologías paganas están preñadas de sugestiones confusas, pero luminosas sobre la involución de las almas, las encarnaciones divinas, la asociación del Mal y del ser, es sorprendente, a nuestro alrededor, que la forma cristiana habitual de presentar los orígenes y las vicisitudes del Mundo sea tan artificial, casi infantil.

             ¿Nos arriesgamos, a fuerza de hacer a Dios personal y libre, la Nada absoluta, la Creación gratuita, la Caída accidental, a hacer el Universo insoportable y el premio de las almas, que tanto mencionamos, inexplicable?

            ¿Verdaderamente, no queda nada por descubrir en la Escritura que pueda darnos una representación más elevada, más interesante, más conforme con la gran idea que nos hacemos del Universo? [26]

         Quizás no todo era malo en la Gnosis…

         b) En Moral, supongo que ha llegado el momento de buscar qué armonías presentan las virtudes cristianas con las direcciones experimentales del progreso humano; – como, por ejemplo, la función “física” de la Caridad en la formación del Cuerpo de Cristo o cual es el papel de la Castidad en la espiritualización del alma…

          El amor (ερoς) es el fondo de las preocupaciones del Hombre, su salvación o su perdición, el estuche quizás de todos nuestros grandes deseos. No es increíble que, después de siglos de ser criticado y refrenado por nuestros autores, nadie haya retomado el trabajo de Platón y se haya preguntado de donde viene la pasión y adonde va, que es lo que hay de malo o caduco en ella y, por el contrario, que es lo que debe ser cuidadosamente alimentado en su potencia para transformarla en amor a Dios [27].

            Por otra parte, debido a las organizaciones cada vez más vastas que se vinculan (o se descubren) en el Mundo, se está formando una nueva categoría de deberes que deben situarse junto a los antiguos mandamientos. La Moral, hasta ahora, ha sido sobre todo individualista (de individuo a individuo). A partir de ahora es preciso tener en cuenta, más explícitamente, las obligaciones del hombre frente a las colectividades e, incluso, frente al Universo: deberes políticos, deberes sociales, deberes internacionales, — deberes cósmicos, (podríamos decir), y en primera fila de los cuales se encuentra la Ley del Trabajo y de Búsqueda…

           Un nuevo horizonte de responsabilidades se abre ante nuestros contemporáneos, donde el cristianismo debe, absolutamente, hacer brillar, por extensión, su luz so pena de atrasarse en sus preceptos y de dejar formarse, fuera de él, la conciencia humana.

         c) En Ascética, finalmente, la paz y el florecimiento de muchos en Israel [28] exigen visiblemente que encontremos, desde el renunciamiento cristiano, una fórmula verdaderamente comprensiva que, sin atenuar la doctrina de Cristo, integre en el esfuerzo cristiano todo el dinamismo incluido en las altas pasiones de nuestra raza.

             Preocupados por estas disputas especulativas, los teólogos olvidaron algo: conciliar, de una forma práctica, lo natural y lo sobrenatural en una orientación única y armoniosa de la actividad humana, un problema mil veces más peliagudo que todas las dificultades que ha podido acumularse sobre la esencia de la Gracia.

             Para resolverlo tendremos que demostrar que el Renunciamiento, lejos de empobrecer la naturaleza y de repugnar en el Universo lo cristiano, es un preámbulo esencial para el Esfuerzo humano, – la verdadera Castidad y la verdadera contemplación son las formas magnificadas, prolongadas en su sentido elemental, de la actividad y del amor humanos.

               La opción cristiana debería, por tanto, presentarse como una elección, no precisamente entre el Cielo y la Tierra sino entre dos esfuerzos para culminar el Universo intra o extra Christum.

              Los resultados de semejante demostración serían inmensos.

              Por no hablar de los implacables prejuicios que se disiparían en los corazones hostiles, el alivio de muchas almas justas y el renovado impulso que sentirían hacia Jesucristo, si se enseñara, sin rodeos, que Nuestro Señor puede realmente ser perseguido y alcanzado por todas las fuerzas vivas del hombre “como un Mundo” que se formaría a partir de nuestro Mundo [29].

           Todo progreso doctrinal que, referido a cualquier punto, contribuirá a enlazar la imagen y el amor del Dios de la Fe con las aspiraciones y las creencias naturales enraizadas hoy en el corazón humano, representa, estoy convencido de ello, una mayor cosecha de almas para el reino de Dios.

          Extender el reino de Dios sobre las nuevas gentes, es bueno. Aún es mejor, y más directo, hacerlo penetrar hasta el profundo nivel en el que se reúnen, hoy, los deseos de la Humanidad. Si conseguimos implantar en ese punto preciso el amor a Jesucristo, quedaríamos estupefactos al ver el torrente de gentes que refluirían espontáneamente hacia Jerusalén

      El Mundo solo puede ser convertido y salvado por lo sobrenatural, pero un sobrenatural acorde con la tendencia religiosa natural propia de cada siglo [30].

         Hay en los “Ejercicios” de San Ignacio un capítulo “ad sentiendum cum Matre Ecclesia”. – Recordemos que la Iglesia, para ser una verdadera Madre debe saber “sentire cum hominibus

          En numerosos puntos, quizás desde hace un siglo (y más recientemente durante la guerra) no siempre se ha sabido, entre nosotros, comprender las inquietudes y los deseos de la Tierra, la falta de participación en las grandes corrientes instintivas que dirigían la Vía natural se encontró reducida a las debilidades de la “prudencia humana”

         Por ser consciente  de haber experimentado muy intensamente las aspiraciones (tanto como las compasiones) que habitan el alma de nuestro tiempo, considero un deber aportar, ante mis hermanos en apostolado, este testimonio (fruto de una experiencia personal, real y prolongada):

          “El único Evangelio que puede transportar a nuestra sociedad hacia Jesucristo (de hecho, el único que “siento”) es el que nos muestra a Dios como término de un Universo “mayor” y en el que el Hombre será más cuando siga “trabajando”.

         “Si queremos, como apóstoles, ganar para Jesucristo la cabeza y el corazón de la Humanidad, debemos – como buscadores de Verdad por nosotros mismos, – llevar a aquellos que buscan, el anuncio de una mayor obra como resultado de su esfuerzo común”.

                                                                          Estrasburgo, Epifanía de 1919


NOTAS

[1]  Traducción de Enrique Muñoz Plaza. Gerardo Lucas 17B 28294 Robledo de Chavela (Madrid) y Asociación de Amigos de Teilhard de Chardin (sección española)

[2] Pierre Teilhard de Chardin. “Forma Christi”. En: Escritos del tiempo de guerra. Taurus, Madrid, 1967, 367-391.

[3]Pierre Teilhard de Chardin. Carta a Margarita de 8 de enero de 1919. Génesis de un pensamiento. Taurus, Madrid, 1966, pp. 328-329

[4] El padre Léonce de Grandmaison fue compañero, superior y amigo de Teilhard. En agosto de 1908 fue nombrado superior de la Casa de Escritores de París y director de la Revista Études, de reflexión entre razón y fe de los jesuitas franceses.

[5] Pierre Teilhard de Chardin. Carta a Margarita de 8 de enero de 1919. Génesis de un pensamiento. Taurus, Madrid, 1966, pp. 328-329

[6] Pierre Teilhard de Chardin. Carta a Margarita de 8 de enero de 1919. Génesis de un pensamiento. Taurus, Madrid, 1966, pp. 330.

[7]Publicado en castellano como “La incredulidad moderna”. En: Ciencia y Cristo. Taurus, Madrid, 1968, pág. 137-141. Se trata de la contestación de Pierre Teilhard de Chardin a una encuesta de la revista La Vie Intellectuelle, el 25 de octubre de 1933.

[8] Publicado en castellano como “Algunas reflexiones sobre la conversión del mundo”. En: Ciencia y Cristo. Taurus, Madrid, 1968, pág. 143-152.

[9] No traducido al castellano. Ver: https://www.abebooks.fr/Cahiers-Pierre-Teilhard-Chardin-Parole-attendue/5238331497/bd

[10] Publicado en castellano como “El Corazón del problema”. En: El Porvenir del Hombre. Taurus, Madrid, 1769, pág. 321-332.

[11] Publicado en castellano como “Fe en el Hombre”. En: El Porvenir del Hombre. Taurus, Madrid, 1769, pág. 225-234.

[12] Publicado en castellano como “Sobre el valor religioso de la investigación”. En: Ciencia y Cristo. Taurus, Madrid, 1968, pág. 229-235. Se trata de una ponencia presentada por Pierre Teilhard de Chardin el 20 de agosto de 1947, durante una semana de estudios organizada por la Compañía de Jesús en Versalles.

*Este texto se publica aquí, como los demás, de acuerdo con el manuscrito del P. Teilhard. El texto apareció anteriormente en los Cahiers Pierre Teilhard de Chardin, núm. 4 (1963), y reproduce un texto escrito a máquina y autentificado por la firma de Pierre Teilhard. Esta es una versión notablemente más reducida y que incluye algunas modificaciones, mínimas, pero muy numerosas. Estas intentan explicar, en dos o tres casos, algunos aspectos que estaban poco claros, (como “la adhesión de los incrédulos a la fe”, en lugar de “la adhesión fideista de los incrédulos”); en otros casos, las modificaciones se deben a facilitar la lectura (por ejemplo, “en la Iglesia” en lugar de “en Israel”); y también errores debidos a distracciones o errores de lectura.

[13] “No solo de palabra, sino con hechos”. Esta expresión está ya en la literatura mística y en los renacentistas, como Juan Luis Vives.

[14] Comparar, por ejemplo, con esta frase del  Preámbulo de Comment je crois (1934): “… ¿No hay ahí, en una escala individual, la solución particular, al menos en esbozo, del gran problema espiritual contra el que choca, hoy en día, el frente en progreso de la Humanidad? O compararla con aquellas palabras del Preámbulo de Lo Crístico (1955): Estas páginas “…representan el testimonio aportado, con toda objetividad, sobre un determinado acontecimiento interior, una determinada experiencia personal, donde me resulta imposible no vislumbrar la huella de una deriva general de la Humanidad sobre sí misma”.

[15] En estas fechas el P. Teilhard no había abandonado Europa más que para ir a Egipto, pero ya su visión de las cosas y de los problemas comienza a hacerse universal.

[16] La misma sospecha de panteísmo ha alcanzado al Padre Teilhard cuyas expresiones son, a menudo, muy semejantes a las de los místicos cristianos.

[17] “Numerosas personas parecen encontrar insoportable la perspectiva de una muerte personal definitiva lo cual me parece una preocupación egoísta. Por una parte, no siento la necesidad de una inmortalidad personal. Dios es mi inmortalidad…(Wells: Dios, el invisible rey, Prefacio*.)

       En Maeterlinck, W. James y en muchos otros se encuentra la misma confesión** Es discutible, pero lo importante es que entre estos hombres (que son investigadores) la afirmación es sincera y que, alrededor de ellos, despierta un eco prolongado.

       Este ejemplo demuestra hasta qué punto están en vías de transformarse algunas de nuestras evidencias cristianas” (Nota del P. Teilhard)

*Este texto ha sido extraído de la obra de Wells, First and last Things (1908) en la cual M. Butts hace unos extractos en el largo prefacio a la traducción de God the invisible King (1917) en 1918.”No creo estar dotado de inmortalidad personal. Quizás forme parte de un ser inmortal, pero esa es otra cuestión, etc.”  (p. 58) [En este tiempo, tal como atestiguan sus cartas a Margarita, Teilhard está leyendo a Wells]. https://en.wikipedia.org/wiki/First_and_Last_Things

Herbert George Wells (21 September 1866 – 13 August 1946)—known as H. G. Wells—was a prolific English writer in many genres, including the novel, history, politics, social commentary, and textbooks and rules for war games. Wells is now best remembered for his science fiction novels and is called a "father of science fiction", along with Jules Verne and Hugo Gernsback.[5][6][a] His most notable science fiction works include The Time Machine (1895), The Island of Doctor Moreau (1896), The Invisible Man (1897), and The War of the Worlds (1898). He was nominated for the Nobel Prize in Literature four times.[7]

Wells's earliest specialised training was in biology, and his thinking on ethical matters took place in a specifically and fundamentally Darwinian context.[8] He was also from an early date an outspoken socialist, often (but not always, as at the beginning of the First World War) sympathising with pacifist views. His later works became increasingly political and didactic, and he wrote little science fiction, while he sometimes indicated on official documents that his profession was that of journalist.[9] Novels like Kipps and The History of Mr Polly, which describe lower-middle-class life, led to the suggestion, when they were published, that he was a worthy successor to Charles Dickens,[10] but Wells described a range of social strata and even attempted, in Tono-Bungay (1909), a diagnosis of English society as a whole. A diabetic, in 1934 Wells co-founded the charity The Diabetic Association (known today as Diabetes UK).

**He aquí por qué el P Teilhard insistirá constantemente en el tema de la muerte colectiva, universal, como ya lo ha hecho, hasta ahora, en La Grande Monade.

[18] Entre estos se encuentran algunos que han sido leídos con atención por Teilhard. Habla ampliamente de Schuré en su carta de 13 de diciembre de 1918 (Génesis de un pensamiento pgs. 320-323) y de Wells en 1, 5, 11 y 14 de enero de 1919 (pgs. 323-325, 326-328, 329-332, 332-335). Varias páginas de sus ensayos esbozando, sin decirlo, la refutación.) 

[19]¡Los excesos bolcheviques me revelaron esta preocupación moderna por abordar todos los problemas sub rationi Universi! (Nota del P.Teilhard) [tal vez la referencia sea de Wells y no de Wilson. Tal parece por el contexto de las cartas a Margarita]

[20] Estas son las dos partes que el Padre Teilhard distinguirá siempre, a través de las diferencias entre puntos de vista sucesivos, en su obra apologética. Se subraya aquí la metáfora del Eje  que volverá frecuentemente a su pluma en el curso de los últimos años.

[21] Fórmula voluntariamente imprecisa, a la espera de la Revelación cristiana. Un año antes había escrito  “El Alma del Mundo” y puesto el epígrafe inicial de “Et vocabitur nomen ejus Emmanuel”, pero aún parece establecer diferencias entre esta “Alma” y “Emmanuel” “… el Alma del Mundo y Cristo no se oponen sino que se prolongan en la identidad de una misma Realidad” Hoy su perspectiva es cualquier cosa menos teórica-  Parece más bien ver que no hay primera unificación del Mundo fuera de Cristo. Cf. Supra introducción a “El Alma del Mundo”.

[22] Lo sobrenatural  subsiste transformándose (recreando o creando cada vez más allá) en una sávia que debe serle constantemente suministrada por el Esfuerzo  natural de la vida (Nota del P. Teilhard)

[23] Esta página resume, por anticipado, de alguna forma todo El Medio divino (intención y obra; actividad y pasividad; crecimiento de Cristo y consagración del Mundo, convirtiéndose para el creyente en el medio divino…). Pero aún no ha encontrado el equilibrio de las fórmulas

[24] Se siente, en el exceso de estas fórmulas y oposiciones, el deseo de golpear el espíritu de aquellas autoridades responsables a las que se dirige esta memoria.

[25] Cf versículo del Salmo: Lucerna pedibus meis et lumen semitis meis

[26] Aquí está resumido el programa metafísico que el Padre Teilhard abordará en “Mi Universo” (1924) [en Ciencia y Cristo, pág. 59-107] y retomará en “Como yo creo” (1948), pero cuya elaboración jamás se planteará a fondo.

[27] Este problema que ya era el de “El Eterno femenino” [1918, en Escritos del tiempo de guerra, Taurus, Madrid, 1967, pág. 281-294] será abordado otras veces: “El Espíritu de la Tierra” (1931) en La Energía humana, pág. 21-51); “Esbozo de un Universo personal” (1936), en La Energía humana, pág. 59-100; “El Fenómeno espiritual” (1936, En La Energía humana, pág. 101-136; “La Energía humana” (1937, en La energía humana, pág.123.176); “El Atomismo del espíritu” (1941, en La activación de la Energía, pág. 25-61)… – Se destaca que la palabra “transformado” se interpreta como una equivalencia entre transformación y sobrenaturalización.

[28] Luego lo cambió por la Iglesia.

[29] Es lo que dirá en su correspondencia con Blondel, 12 de diciembre de 1919, declarándose de acuerdo con él al pensar que “el Cristo debe ser amado como un Mundo, es decir, como el centro físico de la última determinación y de la verdadera consistencia impuesta a todo lo que debe sobrevivir en la Creación…” (Archivos de Filosofía, 1961, p. 135; t. 24)

[30] Podría decirse que el ciclo completo de la vida interior (y apostólica) para el cristiano comprende tres fases:

1) participar en las esperanzas y penas de su tiempo (es decir, “incardinarse”)

2) integrar esta fuerza humana en la Vida sobrenatural para desarrollar un esfuerzo único hacia la espiritualización del  ser

3) sublimar el esfuerzo humano haciendo que alcance (mediante la prolongación de sí mismo) las formas superiores de actividad* que son la pureza, la contemplación, la muerte en Dios**(nota del Padre Teilhard)

*Esta que parece la menos activa es, a los ojos de la fe, la “forma superior de la actividad”.

** En esta “Nota sobre la evangelización”, el P. Teilhard no ha desarrollado, contrariamente a lo que en él es habitual, más que un aspecto de las cosas, porque se dirige a los hombres de Iglesia que no tenían necesidad, pensaba él, de recordarles el segundo aspecto.