Guillermo Agudelo Murguía

Versión en español del artículo “Il faut réprande la pensé de Teilhard de Chardin” publicado en la revista NOOSPHERE No 14 juin 2021

Aunque por supuesto la divulgación de la obra de Teilhard debe ser a nivel global, aquí voy a referirme específicamente al caso de Latinoamérica donde no sólo es necesario sino indispensable. Desgraciadamente en la mayoría de los países de Latinoamérica, donde la Iglesia tiene una gran influencia, el Exhorto que en 1962 se hizo a las autoridades eclesiásticas “a defender los espíritus, particularmente los de los jóvenes, contra los peligros de las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus discípulos” de “errores tan graves, que ofenden a la doctrina católica”, tuvo un gran éxito y no se volvió a publicar ninguna de sus obras ni a nombrarlo en los institutos, incluso laicos, donde se enseñaba su obra como científico. Y muy contados académicos siguieron estudiándolo o contribuyendo a la difusión de su pensamiento. Prácticamente quedó totalmente desconocido para las generaciones siguientes.

En México, un muy pequeño grupo de estudio se mantuvo unos años debido a que “En todas partes se han creado grupos de estudio, católicos o no, que se consagran al análisis del pensamiento de Teilhard de Chardin. Franqueó la Cortina de Hierro y llegó hasta la India, donde ciertos filósofos hacen paralelos entre el mensaje de Teilhard y el de Sri Aurobindo volviéndose así, según diría Teilhard, un fenómeno “planetario”. Por esto, vendrá muy pronto la hora en que todo investigador, todo pensador, todo hombre de acción que quiera dejar su señal en el mundo deberá necesariamente situarse en una relación con Teilhard de Chardin” Y sí, a partir de entonces, he visto un notable incremento de asociaciones que estudian y difunden su importante obra, pero no en la mayoría de los países de Latinoamérica.

Señalo otro fenómeno que se dio a partir del Monitum y se incrementó cuando astutamente S. J. Gould lo defenestró de la ciencia: muchos autores utilizaron sus conceptos para desarrollarlos, pero sin darle el crédito que le correspondía. Y esto no sólo en Latinoamérica, sino también en otros países como Estados Unidos.

Un claro caso es el de la Complejidad, que Teilhard definió muy bien en su conferencia “Life and the Planets” en 1945, mucho antes de que la comunidad científica empezara a estudiar este tema.

Además, el Monitum, como se pidió en él, en México alcanzó a uno de sus compañeros de trabajo y fiel discípulo, Helmut de Terra. Si uno le pregunta, no sólo a una persona lega en el tema, sino a un estudiante de antropología, quien fue Helmut de Terra, difícilmente sabrá que fue el arqueólogo que en febrero de 1947, a orillas del antiguo lago de Texcoco y cerca de los restos de mamuts, descubrió el esqueleto del mal llamado “Hombre de Tepexpan”, y que a él se debe la introducción en México del uso de las dataciones radiocarbónicas y el georadar, entre otras técnicas novedosas de su tiempo. La amplitud temática y geográfica de sus investigaciones le valieron rencores, críticas y celos, que con frecuencia empañaron su carrera, y que, debido a su cercanía con Teilhard de Chardin, quien antes del Monitum era considerado uno de los grandes personajes de la investigación de la primera mitad del siglo XX, provocara que, aun en la década de 1970, hablar de H. de Terra fuera generar discusiones que sólo cicatrizaron cuando Eduardo Matos lo destacó en su célebre libro (i) sobre los pioneros de la arqueología en México.

Y otra terrible consecuencia para Latinoamérica, derivada del abandono total del pensamiento de Teilhard provocado por el Monitum, fue el que las comunidades filosóficas, científicas y hasta religiosas (como demostraré más adelante), se adhirieran al nefasto paradigma neodarwinista de la competencia y del azar, el cual ha llevado a los países de toda América, incluyendo a Estados Unidos, a la situación en la que actualmente se encuentran. Países donde la vida no se respeta en absoluto, donde el más apto es el que más mata, donde la “selección natural” ha llevado al poder a los más “aptos” ignorantes, quienes no tienen ni la menor idea de que existe la Conciencia. Donde se fomenta el racismo en su más alta expresión y todo tipo de censura y discriminación a la ideología de Teilhard; y afirmo esto último porque he sido víctima de de la censura por muchos años. Todo esto contraviniendo las condiciones que Teilhard expuso en su artículo “The Directions and Conditions of the Future” (ii) para evitarle a la humanidad un futuro de sufrimiento: tener entre los seres humanos, empatía, sentido de cooperación, solidaridad y tolerancia.

La teoría neodarwinista de la evolución ha sido también nefasta al haber sido adoptada por políticos y poderosos para justificar el racismo y sus malas decisiones. Como un ejemplo cito las palabras de un compañero de estudios que fue como observador a la firma del Protocolo de Tokio, que “Estados Unidos no firmó porque Si vivimos en un mundo que no tiene sentido ni propósito hay que terminar con los recursos que nos brinda, lo más pronto posible. Dijeron.”

Y esto a su vez ha tenido como consecuencia que en Latinoamérica, a finales del siglo pasado, por una serie de problemas de contaminación, el surgimiento de múltiples agentes infecciosos, sobre todo en las zonas tropicales y una, cada vez más alarmante, desigualdad social, ideológica y económica en la población, los temas ambientales adquirieron una gran importancia, ya que de ellos depende, si no la supervivencia, si el bienestar de la humanidad. Infaustamente, esto, siguiendo el paradigma neodarwinista, fue aprovechado por políticos deshonestos para fines únicamente de demagogia (en su acepción de “dominación tiránica del pueblo”).

Y un problema relacionado, al cual no se le ha dado la importancia que tiene, es a la pérdida de biodiversidad, que afectará a todo el planeta, pues significa el fin de la biósfera, el fin de la naturaleza. Este es un problema al cual me he dedicado a buscarle solución desde un punto de vista acorde al pensamiento Teilhard de Chardin (iii) tema indispensable de abordar exponiendo, otra vez, las consecuencias que sufriremos en un futuro muy próximo de no seguir la siguiente condición que Teilhard expuso, como primera, en su citado artículo “The Directions and Conditions of the Future” (iv)

Creo que debemos prestar mucha atención a advertencias como la que acaba de hacer el Sr. Faifield Osborn, en su libro Our Plundered Planet.
En nuestra prisa por avanzar, ¿no estamos despilfarrando nuestras reservas hasta el punto de que nuestro progreso podría detenerse pronto por falta de suministros?

Transcribo el prologo del libro citado por Teilhard: (v)

“Hay una belleza en el sonido de las palabras “buena Tierra”. Sugieren una imagen de los elementos y fuerzas de la naturaleza trabajando en armonía. La imaginación de los hombres de todas las épocas ha sido encendida por el concepto de una “sinfonía terrestre”. Hoy sabemos del concepto de poetas y filósofos de los primeros tiempos es una realidad. La naturaleza puede ser una cosa hermosa y de hecho es una sinfonía, pero arriba y abajo y dentro de sus propias esencias inmutables, sus distancias, su aparente quietud y falta de cambio, es una máquina activa, decidida y coordinada. Cada parte depende de otra, todas están relacionadas con el movimiento del Todo. Bosques, pastizales, suelos, agua, vida animal. Sin uno de ellos, la Tierra morirá, se volverá como la Luna, esto se puede demostrar más allá de toda duda. Partes de la Tierra, una vez vivientes y productivas, han muerto a manos del hombre. Otras partes están muriendo. Si provocamos que mueran más, la naturaleza lo compensará a su manera, inexorablemente, como ya comenzó a hacerlo.”

Desafortunadamente no hemos seguido estas advertencias ni las seguiremos mientras no se sustituya el actual paradigma, pues como lo dije con anterioridad el neodarwinismo se instaló hasta en las instituciones religiosas:

Cuando el Papa Francisco lanzó la excelente Encíclica Laudato Si, un jerarca de la Iglesia Católica declaró: “Ni creas que en México vamos a difundir tu encíclica”. No sé si esto fue una falsedad de los medios de comunicación, pero lo que es cierto es que periodistas de opinión, directivos de organizaciones comerciales e industriales y otros, católicos y no católicos criticaron la Encíclica aduciendo que frenaba el “progreso económico” y por lo cual, muy poco se difundió.

Acertadamente, también en lo ecológico Teilhard va más allá; su visión se amplía al Cosmos, que para él es un sistema y, como existe vida en muchos planetas (vi), se puede decir que es un gran ecosistema y nos advierte:

“El “Sistema” es inmediatamente perceptible a cualquier observador de la naturaleza… Cada elemento del Cosmos está positivamente entretejido con todos los demás… Es imposible romper esta red, imposible aislar una sola de sus piezas sin que se deshilache toda ella y se deshaga por todos sus extremos…el universo se sostiene por su conjunto. Y no existe más que una sola manera realmente posible de considerarlo: es la de considerarlo todo él como un solo bloque. (vii)

La propuesta evolucionista de Teilhard de Chardin, fuertemente rechazada y despreciada desde su aparición, sobrevivió hibernando por largo tiempo para resurgir avalada por las ciencias emergentes como la complejidad, el caos, la nueva termodinámica de Ilya Prigogine, etc. Es importante señalar que muchos biólogos y físicos contemporáneos, sin ser creacionistas y algunos desconociendo la obra de Teilhard, han llegado a conclusiones similares en cuanto al proceso evolutivo de la materia y sus leyes (viii). Mas, el enfoque de Teilhard sobre la Noogénesis vinculada (unida fuertemente haciéndola interdependiente) a la evolución material, prefigura la investigación contemporánea en biología evolutiva y ecológica.

El flujo de entropía que nos inunda es igualado y compensado por la marea creciente de una Noogénesis(ix).

Esta frase de Teilhard confirma lo anteriormente dicho y nos deja entrever algo que está a punto de demostrarse y de lo cual estoy totalmente convencido, (x) la evolución es un proceso termodinámico. Teilhard tenía razón, pues donde hay materia, energía y entropía, existe un proceso termodinámico.

El biofísico Jeremy England presentó en 2013 una teoría que sugiere que el origen de la vida fue el resultado inevitable de la termodinámica. Sus ecuaciones expresan que, en ciertas condiciones, grupos de átomos se reestructuran de forma natural para quemar más y más energía, facilitando así una disipación incesante de energía y un aumento de la entropía. Este efecto de reestructuración, que England llama adaptación motivada por la disipación, es lo que Prigogine definió como “estructura disipativa”, Estructuras que aumentan su complejidad, se alejan del equilibrio térmico y llegan incluso a ser un factor indispensable en la aparición de seres vivos. La existencia de la vida no es ni un misterio ni un accidente fortuito sino la consecuencia de principios físicos establecidos por el Creador.

“Los seres humanos somos estructuras disipativas, altamente evolucionados y, al serlo, estamos acelerando el proceso inevitable hacia el equilibrio y la muerte térmica. Con la visión de la termodinámica moderna, caen todos defensores del mito del progreso y mejoramiento permanente, pasando por los filósofos naturales alemanes, los defensores del lamarckismo, los creyentes en el mejoramiento adaptativo, darwinistas y neodarwinistas, los marxistas del siglo XX y los neoliberales del XXI.” (xi)

Esta contundente declaración carece de una segunda parte. En efecto, somos desde nuestra aparición en el planeta, un agente de la entropía, al disminuir de manera exponencial la complejidad de la biósfera, pero al mismo tiempo hemos contribuido a la complejidad y aumento del conocimiento, lo que permitirá nuestra sobrevivencia aun cuando sea con una biósfera degradada y a base de superar crisis que cada vez serán más dolorosas para las mayorías si no acatamos las condiciones de sobrevivencia que Teilhard señaló.

Otra condición para la sobrevivencia es la que llamó de salud:

Desde el Paleolítico en adelante, y más aún después del Neolítico, el Hombre siempre ha vivido en un estado de expansión: para él crecer y multiplicarse tener lo mismo. Pero ahora de repente vemos el punto de saturación delante de nosotros y acercándose a una velocidad vertiginosa. ¿Cómo vamos a evitar que esta compresión de la Humanidad sobre la superficie cerrada del planeta pase ese punto crítico más allá del cual cualquier aumento en el número significará hambruna y asfixia?

Con esta declaración nos damos cuenta que la aplicación del Monitum para las obras de Teilhard, que fue seguida ciegamente por las Iglesias de Latinoamérica, causó un crecimiento vertiginoso de la población. Si el mundo hubiera tenido las tasas de crecimiento, por ejemplo las que ha tenido México, alentadas por la Iglesia, ahora seriamos cuarenta mil millones de habitantes (40,000,000,000).

Clamo que es urgente retomar el pensamiento de Teilhard en Latinoamérica y me preocupa más por lo que escribió Helmut de Terra sobre el optimismo de Teilhard: (xii)

“Ningún relato de mis experiencias con Teilhard de Chardin estaría completo sin una referencia a algo que impregnaba su naturaleza de científico con una cualidad especial: el hecho de que estaba activado por un pronunciado sentido de la felicidad… El grado en que Teilhard encontraba la felicidad en su investigación es evidente por su impacto personal en los demás y, más especialmente, en su afán por explayarse sobre los distintos tipos de felicidad.

Pienso en particular en una conversación en la que expresaba algunas dudas sobre el valor de nuestro trabajo. Los acontecimientos políticos parecían indicar que una catástrofe mundial era inminente, y yo sentía que nuestras exploraciones en Birmania parecían inspirarse en tantos espías ciegos. Teilhard me levantó el ánimo y me dijo que, mientras estuviéramos contribuyendo a aumentar el conocimiento del hombre y pudiéramos considerarlo como una aventura, debíamos estar contentos…

La convocatoria de Teilhard es como un toque de clarín: unámonos resueltamente a la vanguardia de aquellos que están dispuestos a arriesgarse a subir a la cumbre. ¡En avant¡

En otras palabras, que el cansado y el pesimista se queden atrás y los hedonistas descansen en la ladera de la montaña: la verdadera felicidad consiste en escalar, en avanzar hacia la cima. En cierto sentido, cada uno puede ser su propio explorador, pues es tarea de cada uno encontrar el camino correcto hacia la mejor cumbre. ¿Dónde están los guías, si no dentro de nosotros mismos?

El curso de la evolución debe colocar al individuo en la obligación de dedicarse a ello, en la capacidad que sea, para promover su desarrollo. Al hacerlo, sólo devuelve lo que ha recibido como partícipe de la fuerza vital progresiva.”

Latinoamérica se ha quedado atrás.

Guillermo Agudelo Murguía
Ciudad de México Abril de 2021


Referencias

(i) Matos Moctezuma E., Mentiras y verdades en la arqueología mexicana, México, Secretaría de Cultura, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Editorial Raíces, 2018
(ii) Teilhard de Chardin, The Future of Man, published by Douleday USA, 2004
(iii) Agudelo Murguía G.. La catástrofe ecológica. Desaliento y perspectiva.
(iv) Teilhard de Chardin, The Future of Man, published by Douleday USA, 2004
(v) Osborn Fairfield. Our Plundered Planet. Brown & Co., Boston, 1948
(vi) Teilhard de Chardin, Life and the Planets en The Future of Man
(vii) Teilhard de Chardin P. El fenómeno humano. Taurus Ediciones, S.A. España. 1965
(viii) https://www.thethirdwayofevolution.com/
(ix) Teilhard de Chardin. The Future of Man,
(x) Agudelo Murguía G. y Alcalá Rivero J.G. Las estructuras disipativas en la evolución. https://www.iieh.com/evolucion/evolucion/evolucion-las-estructuras-disipativas-en-la-evolucion
(xi) Andrade Pérez Luis E. La vigencia de la metafísica evolucionista de Peirce, Revista Colombiana De Filosofía De La Ciencia, 14(28). https://doi.org/10.18270/rcfc.v14i28.675
Charles Sanders Peirce (1839 – 1914) fue un filósofo, lógico y científico estadounidense. Es considerado el fundador del pragmatismo y el padre de la semiótica moderna o teoría de los signos, junto a Ferdinand de Saussure
(xii) De Terra Helmut, Memories of Teilhard de Chardin, The Scientific Book Club, London, 1964