El psiquismo en el Universo[1]

Jean E. Charón[2]

Me parece, además, estas partículas no solamente tiene una «vis inertae» acompañada de leyes pasivas del movimiento… sino también que están movidas por ciertos principios activos, como el de la gravedad y el que causa la fermentación y la cohesión de los cuerpos. Considero estos principios no como cualidades ocultas que se consideran resultantes de las formas específicas de las cosas, sino como, leyes generales de la naturaleza, por las que se formaron las mismas cosas; y su verdad se nos aparece por medio de fenómenos, aunque sus causas aún no hayan sido descubiertas.

Isaac Newton

Nos vemos llevados lógicamente a conjeturar en cualquier corpúsculo la existencia rudimentaria (en el estado de infinitamente pequeño, o sea, de infinitamente difuso) de alguna psiquis.

Pierre Teilhard de Chardin

Se han dicho muchas cosas sobre el psiquismo, y. sin duda aún queda mucho por decir.

Se ha dicho que era atemporal y no espacial, en el sentido de que se "sobreponía" como algo inconmensurable al Universo material.

Se ha dicho que era "colectivo", que se presentaba como una onda que bañaba la materia y la hacía "consciente" en el instante definido como instante "presente".

Se ha relacionado el psiquismo al alma, a la religión, se ha pretendido sustraerlo a la investigación científica, arguyendo que por su propia naturaleza escapaba al dominio de la ciencia.

La finalidad que aquí nos proponemos es mucho más general y mucho más precisa a la vez.

 Mucho más general pues hemos definido al Universo como el todo y, por lo tanto, hemos englobado necesariamente al psiquismo en este todo. Buscaremos, pues, los grandes vínculos que unen el psiquismo al conjunto del Universo, pero no nos proponemos abordar ningún detalle concerniente a las relaciones del psiquismo con la filosofía y la religión.

También mucho más precisa, pues sobre todo trataremos de averiguar a qué forma de materia tenemos derecho de atribuir caracteres psíquicos. Dos concepciones se han enfrentado en este terreno en el transcurso de los siglos: la mayoría de los pensadores pretendían que el psiquismo sólo podía pertenecer a ciertas disposiciones más o menos "complejas" de la materia, siendo el hombre acaso la más notable de estas disposiciones; es lo que llamaremos el psiquismo complejo. Frente a esta concepción surgió la idea de un psiquismo "elemental"  que de manera rudimentaria aparece ya en los corpúsculos más sencillos. Hemos encabezado este capítulo con una frase de Newton que demuestra que éste ya había entrevisto esta posibilidad de un psiquismo elemental.

Pero a Teilhard de Chardin corresponde el mérito de haber dado una forma precisa a este modo de enfocar la esencia del psiquismo. Su libro magnífico El fenómeno humano, publicado en 1955, quedará ciertamente como uno de los monumentos del pensamiento humano.

Debemos principiar por ponernos de acuerdo sobre el término "psiquismo", antes de abordar este espinosísimo tema. A decir verdad, nos faltan palabras para definir con precisión lo que quisiéramos designar como el estado más embrionario del psiquismo: espíritu, consciencia, pensamiento, psiquismo, todas estas palabras evocan inevitablemente una actividad relacionada con el ser humano, mientras nosotros tratamos de adoptar un punto de vista lo más objetivo posible, un punto de vista a la escala del Universo, y por lo tanto libre de todo matiz antropocéntrico. No pretendemos inventar un término nuevo (¿de qué serviría?), y por lo tanto conservaremos el de psiquismo, pero insistiendo en el hecho de que le damos un sentido muy general, en este libro, oponiéndolo sencillamente al de materia: así como ésta puede existir en el estado más diluido imaginable, hay que admitir también la posible existencia de un psiquismo tan diluido, que sólo tenga una lejanísima relación con lo que este término significa a escala humana, o incluso a escala animal. "Psiquismo" designará en las páginas siguientes un estado de "Consciencia mediante el cual esta o aquella estructura material podrá tener, en determinados momentos y en determinadas regiones del espacio y el tiempo, un comportamiento que deje transparentar (incluso de manera muy vaga) una especie de previsión del futuro inmediato, es decir, un conocimiento del acto que haya que realizar para tender hacia un fin asignado de antemano. Este acto, por rudimentario que sea, será "psíquico" porque será libre, porque aparecerá como una iniciativa que se aparta de las leyes simples que suelen gobernar la materia.

Psiquismo «complejo» y psiquismo «elemental»

De una manera natural, tendemos a considerar dotados únicamente de psiquismo a los seres que poseen una estructura biológica ya relativamente compleja: el psiquismo es una actividad que no aparece sencilla y denota, incluso en el estado más rudimentario, un ensimismamiento del ser no sólo para considerar el mundo exterior, sino también para tener consciencia de su propia existencia. Así, el psiquismo y la complejidad del ser aparecen asociados de manera muy natural. La naturaleza, además parece dar la razón a esta manera de considerar las cosas: la estructura de una planta o de un ser unicelular es efectivamente mucho más sencilla que la estructura del cerebro humano, con sus millones de células completamente diferenciadas, y, sin duda alguna el psiquismo del hombre es mucho más desarrollado que el de los vegetales o de las bacterias.

Esto nos conduce rápidamente a una especie de clasificación en la que todos los seres de la creación se hallan ordenados según el "grado" de psiquismo que poseen, desde los minerales de psiquismo nulo hasta el hombre, que corresponde a la individualidad compleja de nuestro planeta que posee el carácter psíquico más elevado.

Si queremos ser justos, además, no debemos excluir la posibilidad de que puedan existir en otros planetas seres de un psiquismo aún más desarrollado que el del hombre; esta reserva parece acentuar el aspecto "objetivo" de la clasificación establecida.

En realidad, mirando las cosas más de cerca, comprobaremos que no hay nada de menos "objetivo" que esta concepción del psiquismo complejo y la clasificación resultante. El punto de vista elegido, además, es tan poco universal como sea posible, y en él, en cambio, el hombre trasluce a cada paso.

Analicemos esta observación.

         Existen dos maneras de poner de manifiesto las "cualidades psíquicas": o bien se puede corresponder directamente, pensamiento a pensamiento, con el ser el valor de cuyo psiquismo se desea calcular y que así se somete a un "test", o bien se puede emitir un juicio de valor sobre el acto resultante del funcionamiento de las facultades psíquicas.

El primer medio, naturalmente, está vedado al hombre: éste sólo posee, para corresponderse psíquicamente con los demás seres, el lenguaje que ha elaborado, y sería completamente incapaz de comunicar psíquicamente con una bacteria o un virus. Esto es muy lamentable, pero de todos modos no impide que la bacteria o que el virus posean cierto "psiquismo", en el sentido más amplio que damos a esta palabra.

El segundo método para evaluar las cualidades psíquicas consiste, como ya hemos dicho, en considerar el acto psíquico. Pero en tal caso, cuidado: ¿cómo "notar" el valor de estos actos? La simple célula es capaz de desdoblarse, de multiplicarse hasta el punto de saber construir por sí sola y sin aprendizaje aparente este algo maravilloso que se llama un ser viviente. Que yo sepa, ni el hombre ni su inteligencia han logrado todavía realizar tarea tan difícil: entonces, si los consideramos como dos individualidades, ¿cómo compararemos los actos psíquicos del hombre y la célula? ¡La respuesta nos expondría a colocar en una situación embarazosa a los que se consideran capaces de "clasificar" a los seres físicos de la creación!

Es evidente que el psiquismo complejo, es decir, centrado en torno a seres complejos, no puede explicar de manera satisfactoria la prístina naturaleza del psiquismo. Y esto es así precisamente porque nos dirigimos desde el principio a lo "complejo", mientras que la lógica querría que ante un problema complicado, buscásemos los elementos de la solución en las estructuras materiales más sencillas.

Este es el camino genial que siguió Teilhard de Chardin. La química y la física de siglos pasados demostraron que el comportamiento de la materia se explicaba más fácilmente remontándonos de lo complejo a lo elemental: la química adquirió un notable desarrollo con el descubrimiento de los cuerpos simples y la física se hizo más comprensible al edificarse en torno al concepto de las partículas elementales. ¿No podía hacerse igualmente un poco de claridad sobre la naturaleza del psiquismo, interrogando también lo elemental?

Teilhard tuvo la audacia de franquear este foso, y entonces entrevió, en cada una de las partículas materiales que la física acababa de identificar, una cualidad que complementaba la de la materia pura; esta cualidad, según Teilhard de Chardin, era precisamente la contextura más tenue, el ladrillo más elemental del psiquismo.

Esta idea fue la chispa que había de encender la inmensa hoguera que iluminó con una luz completamente nueva todos nuestros conceptos sobre esta cuestión. Pues al relacionar así el psiquismo con lo elemental, Teilhard ponía indirectamente en tela de juicio toda la historia de la evolución del Universo: esta ya no se efectuaba en torno a individualidades complejas que iban perfeccionándose, desde los primeros peces al hombre, por ejemplo. Toda la evolución del Universo quedaba entonces centrada en lo elemental que, contrariamente al individuo, se prolonga en la duración hasta el punto que se le puede aplicar prácticamente el calificativo de "inmortal". El individuo sólo aparecía entonces en segundo término, como una "invención" de lo elemental, invención destinada a beneficiar a éste, y no al individuo; beneficiarIo para conocer mejor, y conocer mejor para aumentar sin cesar el psiquismo "elemental" y tender finalmente, como indica Teilhard, hacia un Universo de psiquismo total.

En el capítulo siguiente volveremos a ocupamos de esta evolución del Universo.

La concepción de Teilhard parece tan nueva, y justo es decirlo, tan desconcertante a primera vista, que de momento tenemos que empezar por hacerle las objeciones que se nos ocurren de inmediato, a fin de ver hasta qué punto puede sostenerse esta tesis del psiquismo elemental.

La objeción de uniformidad

La partícula elemental, un protón o un neutrón por ejemplo, sirve para edificar toda la materia, del mineral al mundo viviente ¿Y aquí nos tropezamos con la primera dificultad! ¿Acaso pretenderemos, con Teilhard, que los protones que constituyen las piedras del camino poseen "también" cierto psiquismo? Los protones de la piedra permanecen en dicha sustancia mineral sin que jamás parezcan realizar el menor acto "psíquico".

¡Volvemos a caer en el error del antropocentrismo, del que por lo visto no podemos libramos! Volvamos a la imagen caricaturesca que hemos utilizado en el capítulo anterior: imaginemos unos gigantes de visita en nuestro planeta, incapaces de distinguir nada más pequeño que nuestros automóviles. Verían cómo estos se desplazan siguiendo leyes desconocidas, y por lo tanto les atribuirían propiedades psíquicas, sin sospechar en absoluto la existencia de los pequeños seres humanos que conducen a estos vehículos. Del mismo modo, cuando su mirada se volviese hacia nuestra Academia de Ciencias, únicamente verían un gran bloque de piedra inmóvil, sin ninguna actividad aparente, y, por lo tanto, negarían cualquier propiedad psíquica a aquella docta mansión, ignorando (crueldad suprema) la existencia de los sabios de barba canosa y semblante austero que meditan entre aquellos muros.

¿No nos encontramos acaso en la misma situación por lo que respecta a nuestras objeciones? ¡No llegaré al extremo de pretender que los protones instalan sus Academias de Ciencia entre las piedras del camino! Pero, hablando con seriedad, ¿qué nos autoriza a negar un carácter "psíquico" (en el sentido más amplio que atribuimos a esta palabra, no se olvide), qué nos autoriza negar un psiquismo elemental a determinadas partículas? No olvidemos que el mineral se disuelve poco a poco en la naturaleza, y que los materiales de que está compuesto entrarán tarde o temprano en un ciclo cualquiera de nutrición, vegetal o animal. ¿De dónde proceden las partículas elementales que componen un ser viviente el hombre Inclusive, sino de compuestos químicos "inertes" que en un momento determinado se hallaban diseminados en el Universo?

La objeción de la pasividad

Pero, objetará todavía el lector, los protones y los neutrones, como todas las partículas elementales, obedecen pasivamente a leyes rigurosas, sin que nunca una iniciativa cualquiera revele su "psiquismo". Nos gustaría ver cómo éste se muestra al "apartarse", aunque fuese de manera insignificante, de las leyes naturales, y esto no ocurre jamás.

¡Buen argumento, en verdad! Me gustaría saber si un hombre, lanzado desde una gran altitud al campo gravitatorio de la Tierra, ni que fuese el mayor sabio de nuestro planeta, conseguiría desviar su trayectoria de manera sensible de la que le impone la ley de Newton. ¿Hay que deducir, de esta obediencia pasiva a la ley física que el desgraciado astronauta está desprovisto de cualquier cualidad psíquica?

La objeción técnica

Psiquismo en las partículas elementales, de acuerdo, pero desearíamos precisar esta idea, buscando, por ejemplo, algo de "estructural" en la partícula, que nos permitiese localizar en ésta un centro del psiquismo, o que al menos pudiera considerarse responsable de las propiedades psíquicas que encontramos en la partícula.

Esto sería sin duda quemar las etapas, pues la física sólo tiene, de momento, ideas muy rudimentarias e imprecisas sobre la "estructura" de las partículas elementales. Lo que sí puede afirmarse es que un neutrón o un protón, que de momento se consideraban partículas de estructura sencilla, también son, en realidad, partículas complejas.

Sabemos, sin embargo, que existen, al lado de las partículas, lo que se ha bautizado con el nombre de antipartículas. En un capítulo anterior hemos visto que se podía distinguir, grosso modo, a una partícula de su "anti" mediante su "orientación" en el tiempo; la antipartícula se dirigiría, por ejemplo, hacia el futuro mientras la partícula se hallaría orientada hacia el pasado. ¿Pero el psiquismo no se halla también ligado a la "previsión", es decir, a una visión vaga de un futuro más o menos próximo? ¿Y la memoria no está asociada a una visión del pasado? Es esta comparación la que llevó a proponer recientemente al autor de este libro que se considerasen los corpúsculos elementales como si estuviesen formados por la asociación de partículas y antipartículas más sencillas. Así, desde la etapa del protón o del neutrón, hallaríamos, en el estado más rudimentario, elementos de memoria y de previsión: ¿Hace falta mucho más para definir una estructura "psíquica" bajo su forma más sencilla desde la escala elemental?

La objeción de la gratuidad

En consecuencia, la tesis de Teilhard parece salir casi indemne de las objeciones anteriores. Nada parece oponerse, en principio al menos, a que este punto de vista sea la manera correcta de considerar el psiquismo.

 ¿Pero no peca quizá de gratuita, esta tesis? En efecto, nada se opone a esta concepción, pero, al mismo tiempo, tampoco nada parece abonarla.

Semejante razonamiento demuestra una ceguera total. ¿Pues qué deseamos? Supongo que nadie espera que los protones, para justificar su psiquismo, se dediquen a organizar combates de boxeo o desfiles militares. Constatar el psiquismo en lo elemental quiere decir observar cómo este se organiza en determinados momentos, se agrupa, crea "máquinas" que tendrán la apariencia de la libertad al escapar a las leyes que gobiernan la materia aislada. .

Pero entonces, toda la vida, desde el virus hasta el hombre, ¿no es un flagrante ejemplo que expone esta aptitud de lo elemental a organizarse por sí mismo, con una ciencia de la que nosotros seríamos muy incapaces? ¿No es más que evidente que en determinados momentos, lo elemental toma la libre iniciativa que lo lleva a apartarse de la pasividad? ¿Cómo se debe considerar esta creación maravillosa de lo organizado a partir del caos, sino como una prueba profunda del psiquismo elemental descubierto por Teilhard?

Las consecuencias del psiquismo elemental

Debemos concluir este capítulo sobre el psiquismo: para quien sepa mirar objetivamente las cosas, prescindiendo en lo posible de sus preferencias antropocéntricas, no habrá ninguna duda de que el camino señalado por Teilhard es el bueno; no se trata en absoluto de una cuestión de opiniones; la puerta abierta por Teilhard sobre una nueva visión de las cosas debe considerarse como un descubrimiento científico inmenso, a la medida de nuestro conocimiento actual del Universo y que ya parece irreversible. Esta tesis es tan lógica, que hubiera podido afirmarse desde hace ya mucho tiempo, pero el marco del pensamiento humano aún no era suficientemente amplio y dominaba una concepción del Universo todavía demasiado centrada en el hombre.

Pero la situación hoy evoluciona con rapidez: el cosmos se abrirá mañana para nosotros gracias a la astronáutica; el hombre ya tiene que contemplar las cosas a la escala del Universo entero: parece haber llegado el momento de efectuar en los espíritus la revolución iniciada por Teilhard sobre la manera lógica y objetiva con que debemos considerar la esencia del psiquismo. El éxito inmenso y tan merecido que alcanzan actualmente en el mundo entero las ideas de Teilhard, nos demuestra que ya son muchos los que han comprendido que ahí estaba el camino de la Verdad.

Durante mucho tiempo el hombre consideró que su planeta era el centro del Universo. Tuvo que retractarse de muchas cosas para admitir que la Tierra y él mismo sólo ocupan materialmente un lugar muy modesto y ordinario en el gran todo. A ejemplo de Galileo, pero esta vez en el plano psíquico, Teilhard nos obliga a hacer un nuevo esfuerzo, un nuevo acto de humildad: el hombre no parece ser el centro ni el fin del psiquismo del Universo: este psiquismo está diseñado en las partículas elementales inmortales que pueblan todo el Universo; es en ellas donde debe centrarse de ahora en adelante toda la verdadera metafísica y, de manera más general, toda la historia de la evolución en el espacio y el tiempo de nuestro Universo.

Notas

[1] Charon, E. Jean, El conocimiento del Universo, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1968

[2] Jean E. Charón. Físico, en 1960 presentó su nueva teoría unitaria del universo, le fue conferido el premio Galabert de Astronáutica,  por las aportaciones que significó ésta teoría al campo de de la gravitación.