¿Cuál es el legado de Teilhard para el siglo XXI?
Por Fdo. Alfonso Sáenz Lorenzo*
1.- Uno de los aspectos más relevantes del legado de Theilhard para este siglo es la alta valoración que él hace de la ciencia como quehacer humano, muy en consonancia con la el papel central de la ciencia en nuestra cultura y, entendida como tecno-ciencia, de nuestro desarrollo económico y productivo.
Más aún, la ciencia no solo constituye, para él, la imprescindible fuente de conocimientos y comprensión sobre el universo, sino que posee en potencia capacidad para profundizar en los entresijos de la realidad, en consonancia con los espectaculares logros científicos de los últimos años en el conocimiento del cosmos y de la vida en sus diferentes niveles.
Pero Theilhard, además de un enamorado de la ciencia es una persona profundamente religiosa que no ve ningún tipo de incompatibilidad entre las creencias religiosas y la actividad científica pues, no solamente no tiene ninguna prevención ante la maravilla de la ciencia, sino que piensa que la metodología científica resulta imprescindible para entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. En este sentido el planteamiento de Theilhard es profundamente moderno y novedoso pues, frente a los que preconizan una separación tajante y nítida entre la ciencia y la religión, el opta por un planteamiento unitario. La ciencia, para él, no debe ser atea, es decir, no debe prescindir de todo aspecto transcendente de la realidad, sino que debe incluirlo a través de la superación de toda dualidad entre materia y espíritu.
Y esto lo consigue a través de su idea de la interioridad de la naturaleza, puesta de manifiesto en la aparición de la consciencia en el hombre que no puede explicarse seriamente como producto del ciego azar. La materia, según su idea, está ya desde sus formas más elementales, grávida de mente. Teilhard trata así de entender su naturaleza, no desde el punto de partida de sus partículas más elementales, sino desde la evidencia de la consciencia en el hombre. La presencia de la consciencia es un hecho que se da en un ser material y, como tal, debe ser estudiada en su complejidad y sin ningún tipo de reduccionismo a explicaciones más elementales.
2.- Otro aspecto relevante de su legado es, a mi entender, su concepto de evolución que, asumiéndolo en su totalidad como realidad científica con la salvedad de que su concepto es más lamarkiano (teleológico) que darwiniano, lo amplia por arriba y por abajo, de tal manera que se convierte así en una cosmogénesis o teoría omnicomprensiva de todo el proceso cosmológico al que le confiere un sentido profundo y, en último término, un sentido religioso al transformar la cosmogénesis en cristogénesis.
La evolución, como es sabido, procede a lo largo de línea de una mayor complejidad. Es un proceso progresivo en el que la materia inanimada termina convirtiéndose en espíritu. Está orientado no hacia el pasado sino hacia el futuro. El universo más primitivo parte de las partículas más elementales, para más tarde sintetizar los átomos más sencillos. A partir de éstos se sintetizan, en el interior de las estrellas, los otros átomos más pesados hasta llegar al hierro. Luego se forman las moléculas, desde las más sencillas a los compuestos orgánicos más complejos. Cuando la complejidad llega a un cierto grado, aparece la vida en la forma más simple, las células, a este salto Teilhard lo llama emergencia. Con la aparición de la vida sobre la Tierra se constituye lo que él llama “biosfera”. Una vez aparecida la vida, ésta se desarrolla hacia formas cada vez más complejas hasta la aparición del hombre con una consciencia claramente desarrollada, otro proceso emergente, a lo que llamó “noosfera”. Teilhard dice textualmente que con la noosfera la Tierra adquiere "una nueva piel" y "encuentra su alma".
3.- Y el tercer aspecto relevante es que para Teilhard la evolución no se para en la consciencia humana, sino que a partir de la consciencia se pone en marcha una evolución humana, mucho más compleja y dinámica, en donde entra de lleno la cultura y la libertad del hombre y que, en consecuencia se puede producir un retroceso o un avance en la línea evolutiva. El retroceso sería optar por el individualismo, y lo que él llama la multiplicidad divergente, y el avance lo constituiría la opción por la unidad convergente de todos los humanos hasta desembocar en una "socialización universal". Para que se produzca ese avance debe darse una ciencia unificada, tanto de métodos como de fines aceptados por todos y, además, para asegurar el progreso, es imprescindible un centro de atracción hacia el que converge toda la evolución: el Punto Omega que identifica con la figura de Cristo, cristianizando de esa manera toda la evolución y transformando así la ontogénesis en cristogénesis. Para Teilhard Cristo es el único que puede salvar las aspiraciones humanas de nuestro tiempo.
Se trata como ya indiqué de una totalizadora cosmovisión de carácter religioso que él intenta por todos los medios de compatibilizar con la ciencia y con sus métodos y que, si en su momento resultó novedosa y original, hoy cuando la física moderna se ha convertido en cosmología y cuando los escritores de divulgación científica, aparecen como los nuevos "gurús" del conocimiento, fantasean con otras civilizaciones extraterrestres, con los viajes a otras galaxias y otros universos, algunos de bolsillo, un intento tan globalizador y pegado a las aspiraciones más íntimas humanas está a mi entender de plena actualidad. Con las modificaciones y aportaciones que sean precisas, sigue siendo un buen punto de partida para una revisión a fondo, tendrá que ser muy a fondo, de todo tipo de teología que siga anclada en los dogmas, el literalismo bíblico o el inmovilismo.
Sin duda, y a pesar de la simpatía que despierta su propuesta, uno se pregunta si Teilhard no fuerza su pensamiento en muchas ocasiones para hacer compatible su cosmogénesis con las enseñanzas cristianas tradicionales. Su teología gira en torno a un Dios y un Cristo, según sus propias palabras, "motor, colector y consolidador hacia delante de la evolución", un Dios inseparable del universo evolutivo, un Dios en proceso, implícito en la evolución que, en principio, no parece tener mucho que ver con el de la Biblia y con el Cristo de la historia y los evangelios. En la proyección hacia el futuro de Dios se reemplaza el Dios alfa por el Dios omega, tanto en la historia humana como en el universo.
Una cosa es que Teilhard entusiasme a las personas ávidas de algo más de lo que proporciona la frialdad de la ciencia y el empeño de muchos científicos actuales, de notable éxito editorial, en afirmar que nada tiene sentido, que partimos de la nada y volveremos a ella irremisiblemente, y otra que, a pesar de su buena voluntad y su profundo misticismo, su planteamiento teológico sea asumible por la tradición cristiana.
¿Qué aspectos de su pensamiento son todavía vigentes?
1.- En consonancia con lo escrito en el apartado anterior, su apuesta decidida por el conocimiento científico lo sitúa claramente en la modernidad. Hoy sabemos todos que el progreso económico y social de la humanidad pasa por el desarrollo científico y tecnológico. Es comúnmente aceptado en todo el mundo que los países deben invertir en lo que se ha llamado I+D+i (Investigación más desarrollo más innovación) si quieren economías productivas y con futuro. Y en el corazón del I+D está la ciencia.
Hoy sabemos, igualmente, que ese desarrollo sin control político y social puede acarrear peligros y que en determinadas áreas hay que ser especialmente cuidadoso pero, sin duda, el optimismo científico-teológico que lucia Teilhard está muy próximo a la sensibilidad de la sociedad actual en esa materia. Precisamente su pretensión de dar al pensamiento científico una interioridad y trascendencia que, en su opinión, le falta, puede iluminar caminos que conduzcan a un desarrollo científico menos fragmentado, más interdisciplinar y con mayor sensibilidad ante las necesidades reales del hombre consciente.
Su idea de que la materia está ya, desde sus orígenes, grávida de mente, era ya una idea aceptada por los científicos pioneros de la física teórica de mediados del siglo pasado. Que el universo "se parece más a un pensamiento que a una máquina" lo han dicho casi con estas mismas palabras físicos de la talla de Jeans, Eddintong, Srödinger o Bohr y es una idea que se aproxima bastante a algunas propuestas más recientes de la cosmología, como la de entender el universo como un ordenador que procesa información, o de la cromodinámica cuántica cuando descubre los constituyentes últimos de los fermiones, los quarks, que son más un producto del "logos" que una realidad tangible; su propio descubridor Murray Gell Mann los consideró, en un principio y durante bastante tiempo, un puro artificio matemático. Sin mente que los conciba no hay quarks y, por tanto, los átomos deben su existencia a sinfonías matemáticas sutilísimas.
Si nos vamos a la cosmología, el hoy tan manoseado y discutido principio antrópico, que por cierto es aceptado con entusiasmo por el biólogo Richard Dawkins, puede interpretarse en esa dirección. Las constantes de la naturaleza, que rigen la materia en sus formas más elementales, parece como si se hubieran ajustado "ellas mismas" desde el origen para que fuera posible la aparición de la vida y de la consciencia. Puede decirse, sin forzar demasiado la lógica, que algo de consciencia está ya presente en el ajuste fino y no explicable de unas constantes que "deben" tener el valor que tienen. En la misma línea y volviendo a la cuántica, las propias partículas elementales cuando "se sienten" observadas y cambian su comportamiento al sentirlo. Algo de mente parecen tener. O, en fin, ese prodigioso vacio cuántico que se produce en las dimensiones espacio temporales de Plank, consistente en una especie de espuma agitada y tempestuosa, que se parece más a un ser vivo que al vacio físico que debería ser liso, continuo y estar vacío. Seguro que Teilhard, de haber conocido estos prodigiosos descubrimientos de la ciencia, nos hubiera hablado no solo del interior de la materia, sino del interior del espacio tiempo que, como sabemos por la teoría de la relatividad, está estrechamente relacionado con la materia.
Sé que todo esto son intuiciones, metáforas o analogías sin posible contraste empírico, pero que se aproximan bastante a lo que están ya haciendo muchos físicos y cosmólogos con sus propuestas y alternativas, sin duda formuladas con base científica, pero de un contenido altamente especulativo, mucho más próximos a la filosofía que al quehacer científico. Muchos se empiezan a parecer, con sus planteamientos omnicomprensivos, al propio Teilhard, pero en la mayoría de los casos olvidando al actor fundamental que es el hombre libre, consciente y expectante. Y eso hay que agradecérselo especialmente al jesuita que no se deja arrastrar por las laderas más sombrías y desesperanzadas de nuestra cultura. Dice Teilhard en su vena más mística: "En cada alma Dios salva particularmente al mundo entero, mundo que esta alma resume de una manera particular e incomunicable", y en otro apartado más psicológico: "Ningún hombre levanta el dedo meñique para ninguna obra sin que le mueva la convicción, más o menos oscura, de que está trabajando infinitesimalmente, al menos de modo indirecto, para la edificación de algo definitivo, es decir, tú misma obra, Dios mío".
2.- Así mismo, su concepto de una evolución de corte teleológico que no puede entenderse en plenitud sin la aparición de la consciencia humana, está en sintonía con los enfoques plena actualidad de naturaleza holística, que están proliferando en muchas disciplinas y estudios científicos y que ponen en cuestión un planteamiento estrictamente reduccionista, especialmente en la biología. El reduccionismo, llevado a sus últimas consecuencias, nos lleva a las partículas elementales y estas ya sabemos que necesitan de unas endemoniadas matemáticas para ser entendidas y de otra lógica para ser explicadas.
Si al final queremos explicarnos todo en base a los componentes más elementales puede llegar un momento en el que ya no expliquemos nada. La materia y la energía son realidades profundas que no llegamos a conocer directamente. Conocemos y manejamos a la perfección su comportamiento pero no tenemos una idea precisa de lo que son. La complementariedad partícula-onda, la dualidad sujeto-objeto, el indeterminismo, la superposición y el entrelazamiento y no localidad son los sorprendentes nuevos conceptos de la mecánica cuántica que chocan contra nuestra intuición. Desde un punto de vista científico, esto es, de validación experimental, la mecánica cuántica no tiene problemas, pero de los principios de la lógica tradicional no deja ni los rabos. (Por citar los más relevantes: Natura non fecit saltus, nihil ex nihilo, principio del tercio excluso, principio de identidad de los indiscernibles; mismas causas producen mismos efectos, no se cumple ninguno). Y esto no quiere decir que sea precisa una lógica polivalente sino que tenemos que utilizar una lógica distinta para el observador y para lo observado.
En todo caso, lo que está claro hoy es que la emergencia es un hecho y que sin ella no pueden ser explicadas la experiencia por parte del hombre de su propia consciencia y libertad. En esto Teilhard es de rabiosa actualidad.
3.- Y, por último, en lo referente a su idea de evolución humana, su posición es también de mucha actualidad pues, especialmente en estos momentos de crisis aguda, financiera, social y política, que estamos padeciendo, está para todos muy claro que el futuro está en las manos del hombre y de las instituciones que ha creado o debe en el futuro crear, y que no es lo mismo tomar unas decisiones que otras. Decía Teilhard que los posibles caminos se reducen fundamentalmente a dos: “evolución de la pluralidad” y “evolución de la unidad”. El primero conduce a la divergencia y disgregación, en la que los elementos constituyentes tienden a una “mística de separación”. Este movimiento lleva al individualismo, tanto de individuos como de grupos.
Y la crisis que estamos padeciendo no tiene más explicación racional que esta: La codicia y miopía de los poderes financieros, concretada en individualidades, que no han mirado más que por sus intereses particulares, ha desencadenado una crisis en todo el sistema que amenaza con destruirlo. Es lo que para Teilhard era el elemento de disgregación que conducía a la muerte. La única alternativa que él mismo planteaba era la de llegar a "una socialización universal”. Según sus propias palabras la “gran opción” no es otra que la del amor, entendido este como un proceso unitivo personal. “Sólo una unión que se realiza por el amor y en el amor tiene la propiedad física, no solo de diferenciar, sino también de personalizar los elementos que organiza”.
El fenómeno moderno de la globalización, que ha convertido al mundo en una aldea global, apunta a la socialización universal propugnada por Teilhard. Hoy el fenómeno de la globalización ha roto las fronteras de culturas y civilizaciones milenarias. Las tecnologías de la comunicación y la información invaden todo el planeta y estamos interconectados de una u otra forma con todos los habitantes del planeta. Hoy sabemos todos no solo lo que está pasando, sino lo que se dice y se piensa en cualquier parte del, hasta hace poco, ancho mundo Y si alguien quiere privacidad, ahí están las agencias de espionaje para impedirlo. La convergencia humana es un hecho y la idea de la noosfera teilhardiana se ha convertido en realidad, por lo que no es extraño que estén proponiendo al jesuita como patrón de internet. (Antes habría que convertirlo en santo, cosa harto difícil en una Iglesia con unos guardianes de la ortodoxia que, como hemos conocido recientemente, hasta se atreven a corregir a un Papa que está asombrando al mundo diciendo cosas muy sensatas).
El problema reside en que los que mejor se aprovechan de esa tecnología avanzada, que permite tanto el viaje físico por todo el planeta como el intercambio permanente de datos e información, son una pequeña minoría. Son, como siempre en la historia, los poderosos. Por poner el ejemplo más representativo, hoy la globalización es un hecho de primer nivel para el capital financiero, que no conoce fronteras y se traslada con toda facilidad, y en milésimas de segundo, a cualquier rincón del mundo, incluidos claro está los paraísos fiscales. Y esa facilidad no la tienen aún las instituciones que deben fiscalizarlo en nombre de la ciudadanía y de los intereses comunes de la humanidad. Y este sería el peligro de la divergencia, el peligro de que en vez de socializar, la globalización aumente las diferencias entre ricos y pobres, o genere como reacción de defensa identitaria los nacionalismos y fundamentalismos más fanáticos.
Por eso hoy no está tan claro que se pueda participar del optimismo teilhardiano. La humanidad en esta hora crucial se la está jugando en muchos escenarios al mismo tiempo, y exige una acción decidida de las personas e instituciones de todo tipo que vean claro cuáles son las alternativas reales de socialización y de progreso, que conduzcan a los procesos de convergencia y hagan posible el horizonte del famoso y ansiado Punto Omega.
El atractivo, desde mi modesta opinión, que hoy conserva Teilhard es precisamente que, a esa ingente y urgente tarea a la que estamos todos llamados, le da una dimensión trascendente, que resulta mucho más atractiva y eficaz a la hora de superar los particularismos y egoísmos personales y colectivos de toda índole que al final, sin ese impulso ético, suelen imponerse. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, se defiende mejor si estamos convencidos que la vida del hombre tiene algún sentido y que podemos converger hacia un mundo mejor, que si pensamos que nada merece la pena y que la vida de la humanidad no es, en último término, más que una pesada broma.
Nota final única:
Para la elaboración de estas notas he seguido el esquema del excelente trabajo de Agustín Udías Valina titulado "Teilhard de Chardin y el diálogo actual entre ciencia y religión" y que nos remitió Leandro Sequeiros. De él he entresacado algunos párrafos y utilizado alguna de las citas textuales de los escritos de Theilhard, el resto de citas textuales las he obtenido de los libros "El fenómeno Humano" y "El medio Divino" editados por Taurus a mediados de los años sesenta.
Dada la naturaleza de estas notas, destinadas a suscitar un intercambio de ideas, he omitido las referencias bibliográficas utilizadas en algunas afirmaciones de carácter científico por no recargar excesivamente el texto.
* Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Zaragoza.
Profesor del Instituto de Física y Química.