Por YANG Dorje

Yan Dorje, escritor chino de la etnia Mongol y periodista a sus horas, nacido en 1964 en Ordos, , es autor de varias obras autobiográficas o documentales como Usos y costumbres de Ordos (1993), El Gran Kubilai Khan (1999), Biografía inédita de Genghis Khan (2001), Historia de Ordos (2007).

       Siguiendo las luces que descienden naturalmente, quizás encontráramos la fuente radiante esperada, sedientos, desde mucho tiempo. En un momento de la vida recibimos la iluminación súbita o nos encontramos con un “viejo amigo” desconocido, cualquiera que sea su origen.

        Ya había oído, 25 años atrás, el nombre de De-Ri-Jin (Teilhard de Chardin) que parecía encontrarse siempre después del de Sang-Zhi-Hua (Emile Licent). Dos misioneros extranjeros, arqueólogos, que descubrieron fósiles humanos en un valle al sur del desierto de Ordos. En aquella época, la vergüenza histórica de Gengzi Peikuan (Indemnización de 1900 por la China a las potencias occidentales) estaba aún presente en mi espíritu. La imagen de los misioneros parecía extraña vista bajo el manto del patriotismo. En todo caso, y es poco el decirlo, me eran ajenos.

            Con toda mi mejor voluntad estudiaba e investigaba la historia y la cultura del pueblo mongol al que pertenezco, empezando por las costumbres de mi país natal. Los mongoles que viven en nuestra región desértica de Ordos presentan una gran cantidad de signos de una historia legendaria y aún no he conseguido descifrarlos todos. Pero en aquella época, estaba tan motivado por una voluntad de saber que había renunciado en numerosas ocasiones a ascender en mi carrera de funcionario para poder continuar a investigar, a interrogar, a discernir… Con la acumulación de mis conocimientos, empezaba a acercarme a la historia de los pueblos de China del norte, la de Mongolia incluida, y a la historia de China. Leí muchos de los grandes clásicos. Sin embargo, me sentía cada vez más perplejo…

            La historia es verdadera, de una profundidad insospechada; pero también es movediza, vagabundea caprichosamente. Sin ninguna regularidad, fluye así hasta nosotros. Vemos a veces las nobles olas, pero también los malvados torbellinos. A menudo, los escritos históricos nos perturban: un mismo acontecimiento, de la pluma de grupos de hombres de creencias y de intereses diferentes, puede parecer completamente diferente. En ocasiones vemos claramente las marcas del engaño o de la falsificación; otras veces notamos deformaciones tendenciosas, ¡incluso actitudes insultantes de un grupo de hombres respecto a las ideas de otro grupo!

            Entonces decidí dejar el ejercicio de escritura de la historia para dejarme llevar por la expresión sincera que venía de la introspección de mi alma.

            En otoño del 2007, un amigo me trajo un texto copiado de su mano, titulado “La Messe sur le Monde”. El autor se llamaba De-Ri-Jin. Esta página me dio un sentimiento de comunión que nunca había sentido. El autor ofrecía piadosamente una oda al “espíritu común” de diez mil seres. En su texto, no había diferencias de etnia, de naciones, de pueblos o de religiones, y su humildad nos invitaba a abandonar el orgullo de mamífero e incluso el de ser hombre.

            A partir del 2008, estuve varias veces en el pequeño valle de Sara-Ousso-Gol, allí donde Teilhard de Chardin escribió esta página de La Messe. Fué una noche de verano. Miró hacia el fondo apacible del cielo allí donde brillaban las estrellas. Con una pasión límpida, expresó su veneración por las diez mil almas, por la fuerza de la creación, y también por las miserias de la humanidad…

            Tenía la impresión de que iba a “encontrarlo”. En el 2012, encargado de la dirección del proyecto de “Promoción de la cultura de Sara-Ousso-Gol”, tenía aún más ocasiones de ir al apacible valle. Allí, leí los textos de Teilhard de Chardin reunidos por Wang Haiyan en “De-Ri-Jin Ji” (Antología de Pierre Teilhard de Chardin en chino). Como paleontólogo y paleoantropólogo, Teilhard tenía une visión muy profunda que llegaba muy lejos, hasta cientos de miles de años, allí donde supo ver el soplo de vida entre las fisuras de los estratos. Su perspicacidad benévola atravesaba las edades primitivas y los tiempos no tan remotos para proyectarse seguidamente hacia el futuro. Terminé la lectura muy feliz, sintiéndolo cada vez más cercano. Del 1 al 25 de agosto del 1923, este hombre de 42 años trabajó aquí, en este pequeño valle, dejando células de alma perennes y, quizás la fuerza divina de la Creación-Evolución lo haría reaparecer de vez en cuando.

            A menudo, en el valle, no se oía más que el ruido del río, como si el aire se hubiera paralizadoa su alrededor, sobretodo de noche. Apercibía el rostro de Teilhard de Chardin, lo sentía pensar, y lo oía decir en voz baja: “tengo un nombre oriental: De-Ri-Jin; tengo también un nombre occidental: Teilhard de Chardin. Intento escuchar el alma del universo de ambas formas: la del Este y la del Oeste, y he oído una misma voz. Creo que para la Humanidad, lo Divino es uno.”

            No tengo ni la competencia ni la necesidad de probar la “grandeza” de Teilhard. De hecho, en vida, fue objeto de dudas o de críticas. Pudiera ser que quedara para siempre aislado y en el silencio. Si lo amo es porque nos encontramos, “encontrados” en este bello valle maravilloso. Como investigador, mi exilio empezó tiempo atrás. Todos mis esfuerzos para estudiar la historia y la cultura de mi pueblo mongol han tenido que llevarse a cabo pasando por la lengua china. Así mismo, mi lectura de Teilhard debe pasar también por la lengua china. Mi admiración y gratitud hacia esta cultura extranjera vienen del fondo de mi corazón y son completamente sinceras.

            Actualmente no conozco el país natal de Teilhard – Sarcenat en Auvernia, en el corazón de Francia, ni el país cultural en el que creció – Francia. Mi comprensión se debe esencialmente a una simple intuición; su sinceridad y su profundidad son probablemente capaces de producir una fuerza que ilumina, guía a la gente y ayuda a salir del aislamiento.