Queridos amigos de Teilhard,
¡Son tiempos difíciles, pero aún es Navidad!
Nos complace compartir con ustedes los deseos “cósmicos” de nuestros amigos de la asociación española y también el análisis de los últimos escritos del Padre Teilhard de Chardin compuesto por el Padre Agustín Udías, SJ. Es un texto de gran profundidad, en la línea del pensamiento del padre Teilhard.
Os deseamos a todos unas felices fiestas y esperamos veros el año que viene.
Marie-Anne Roger, Dominique Delalande, Philippe Durandin, Jacqueline Quéniart, Isabelle de Vaulx.
Los últimos escritos espirituales de Teilhard de Chardin: de “El corazón de la materia” a “Lo Crístico”.
Agustín Udías Vallina
Teilhard de Chardin a lo largo de su vida, al mismo tiempo que su trabajo científico, realiza una continua producción de su pensamiento filosófico y religioso, tratando de repensar la formulación de la fe cristiana desde la visión científica de un universo en evolución, detrás del cual se encuentra también el desarrollo de una espiritualidad nueva muy personal fruto tanto de su experiencia científica como de una verdadera experiencia mística[1]. La última elaboración de su pensamiento y espiritualidad la podemos encontrar en los escritos de los últimos cinco años de su vida (1950-1955). Sobre todo, es en ellos donde Teilhard desarrolla de una manera especial su cristología, centrada en la relación entre Cristo y el universo, que forma el núcleo de su espiritualidad.
Como se lo aseguraba en 1948 a Jean Mortier, su fiel colaboradora durante quince años y encargada después de la publicación de sus escritos, su relación con Cristo era para él lo más importante en su vida y de lo que al fin se le pedirá cuentas: «Yo me pregunto si acaso en la última fase de mi vida, más que las investigaciones sobre el hombre fósil, más que las especulaciones sobre la Noosfera, no es la simple práctica del Amor total al Cristo Universal de lo que se me pida cuentas en el “anonadamiento”[2]. El 8 de Marzo de 1955 le resumía en otra carta cómo no podía renunciar a desarrollar y propagar sus ideas y vivencias, conservando al mismo tempo su fidelidad a la Iglesia:
«El P. General me invita a trabajar “pacíficamente en la Ciencia”. ¡Pero justamente, cómo tener el gusto de investigar sin que sea una cierta forma o manera de adorar! Todas mis dificultades con Roma están ahí (como las de los sacerdotes en las fábricas o también en los laboratorios) … Yo le repito: todo esto no me produce a mi ninguna amargura, – porque estoy totalmente seguro del resultado final. Yo no me puedo sentir en el fondo más ligado a la Iglesia, ni más seguro de que esta Iglesia, repensando más a fondo a su Cristo – será la religión del mañana[3]. Dos días antes de su muerte había escrito una carta al P. André Ravier, Provincial de los jesuitas franceses, exponiéndole de nuevo sus ideas, al final de la cual le dice: “He aquí mi fe: la que yo quisiera tanto poder confesar públicamente antes de morir.”[4]
El corazón de la materia
El primer texto fundamental con se inicia esta etapa de su espiritualidad es su autobiografía espiritual, “El corazón de la materia”[5]. En el reposo de Les Moulins en su Auvergne natal, Teilhard aprovecha este tiempo para su redacción. Como le escribe el 14 de Agosto de 1950 a Jeanne Mortier: “Además, yo me he decido finalmente a empezar al menos un esbozo del Corazón de la Materia: una suerte de primera redacción. Más tarde se verá que resultará”. Unos días más tarde el 19 del mismo mes le escribe: ”Yo he comenzado a redactar el Corazón de la Materia ¿Será solo un primer esbozo o lo definitivo? No lo puedo decir. En todo caso esto ordenará y me esclarecerá el problema”[6]. El texto está finalmente fechado el 30 de Octubre.
La obra está dividida en tres partes: I, “Lo Cósmico o lo Evolutivo”, II, “Lo Humano (o lo convergente)” III, “Lo Crístico (o lo Céntrico)” y una cláusula, “Lo Femenino (o lo unitivo)”. Aquí nos interesa sobre todo la tercera parte “Lo Crístico”, donde desarrolla el tema de la relación entre Cristo y la evolución del mundo. Partiendo de las ideas ya desarrolladas de la identificación del Punto Omega de la evolución convergente con Cristo, añade ahora que al sentido “cósmico” de la realidad ha de añadirse el sentido “crístico”. Con este nuevo término, usado aquí por primera vez y sustantivado como “lo crístico”, designa la influencia y presencia del Cristo-Universal en todos los niveles del universo, que impulsa su evolución hacia la unión definitiva en él. De alguna manera lo crístico se puede entender como una nueva dimensión que adquiere el universo a partir de la Encarnación.
La dimensión crística realiza la unión del tradicional “Dios en lo Alto” (En Haut), Creador transcendente, y el “Dios en Adelante” (En Avant), hacia el que tiende la evolución del universo o Punto Omega). Estos dos términos se repetirán a menudo en los últimos escritos. Al descubrimiento de esta dimensión crística corresponde “una fe nueva en la que se une una fe ascendente hacia un Trascendente, y una fe propulsora hacia un Inmanente. Una caridad nueva donde se combinan y se divinizan todas las pasiones motrices de la Tierra”[7].
Confiesa Teilhard que los dos ejes de su vida, que han surgido independientemente, la fe en el mundo y la fe en Dios, “las dos mitades cristiana y pagana de mi ser profundo”, finalmente han convergido en una identidad de fondo. La mística cristiana, cuyas semillas puso su madre en su infancia bajo la forma de la devoción al Corazón de Jesús, termina por incendiar, con el fuego del amor, la atracción del Omega, con el que ese Corazón se identifica. El “fuego” aparece ahora como la imagen preferida para representar la influencia de Cristo en el universo que lo penetra todo con su presencia.
Esta presencia aparece ahora con el término de la “Diafanía Crística”, transparencia de la influencia de Cristo en el universo. Anteriormente, Teilhard había usado el término “diafanía” para designar la presencia de Dios en el mundo, análogo al término del “Medio Divino”[8]. El texto acaba con una oración en la que aparecen juntas las imágenes del fuego y la diafanía y que empieza diciendo “Señor, al que no he cesado jamás de buscar por todo instinto y todas las vicisitudes de mi vida y de colocaros en el corazón de la Materia universal” para terminar con el deseo de que “por la diafanía y el incendio a la vez, brote vuestra presencia universal, Oh Cristo siempre más grande”[9].
Elaboración de los términos, Cristogénesis y Crístico
El tema de la Cristogénesis vuelve a aparecer en el corto ensayo: “Reflexiones sobre la probabilidad científica y las consecuencias religiosas de un ultra-humano”, fechado en París el 15 de Marzo 1951[10]. Después de una corta exposición de las etapas de la evolución: cosmogénesis, biogénesis y antropogénesis (evolución del cosmos, la vida y el hombre) pasa Teilhard a considerar las consecuencias religiosas en el “dominio de la mística”.
En ellas, a partir de la aceptación de una “cosmogénesis convergente”, presupuesto que para Teilhard se deduce del análisis mismo de la evolución del universo proyectada a la del hombre y que considera en ser aceptada y destinada a formar parte del legado humano, se presenta una síntesis entre la idea de Dios, “En Alto” y “En Adelante” (“imágenes vertical y horizontal de Dios”) en un proceso de tipo “Crístico”, es decir, basado en la Encarnación, con el acceso al “Hiper-personal transcendente” en el que lo “Sobrenatural se realiza, en un punto crítico de la Reflexión colectiva, que requiere como preparación necesaria la maduración completa de un Ultra-humano” ( Por Ultra-humano Teilhard entiende la última etapa de la evolución del hombre).
Con esta frase un poco oscura se refiere Teilhard a cómo en el Ultra-humano sobrenatural que requiere su preparación natural se lleva a cabo la realización e incorporación final de la humanidad, y a través de ella del universo entero, en el Cristo-Omega. Para concluir, que en ese proceso se reconoce a la Antropogénesis (evolución del hombre) como “idéntica, al fin de cuentas” con una Cristogénesis (formación del Cristo total) y lo Ultra-humano como la unión de la humanidad en Cristo. Difícilmente se puede resumir en menos líneas, la dimensión religiosa el pensamiento de Teilhard concentrada en los dos conceptos: Cristogénesis y Crístico.
En septiembre de 1952, ya en su exilio en Nueva York, escribe un corto ensayo con un título largo: “Lo que el mundo espera en este momento de la Iglesia de Dios: Una generalización y una profundización del sentido de la Cruz” sobre las consecuencias eclesiales de su pensamiento[11]. Teilhard comienza refiriéndose a un escrito anterior (1949), “El corazón del problema”[12], donde había planteado el conflicto entre las esperanzas puestas en una evolución y progreso puramente humano y material del hombre que llevará “en-Adelante” a un “ultra-humano” y las esperanzas religiosas puestas en un Dios transcendente, “en lo Alto”. La solución del conflicto la encuentra en la unión de ambas tendencias en la fe cristiana de la encarnación, con la final incorporación de todo en Cristo, hacia el que, por lo tanto, tiende toda la evolución. Reconociendo Teilhard, ahora, que aquellas páginas no tuvieron mucha aceptación “en Roma”, vuelve a plantearlas partiendo de la presente extensión por el mundo de un “neo-humanismo”, que ve al hombre en evolución hacia un “ultra-humano cósmico”, puramente natural.
Ante esa situación, Teilhard expone la necesidad urgente para la Iglesia de presentar un “nuevo” sentido (“un sentido ultra-humanizado”) de la Cruz. Tradicionalmente, dice Teilhard, se ha presentado el carácter expiatorio de la Cruz en función de la redención del pecado y que debemos de empezar a ver ahora, en un mundo evolutivo, la Cruz como la salvación misma de la evolución. De esta manera “llevar los pecados de un mundo culpable”, es para Teilhard, en términos de Cosmogénesis, “llevar el peso de un Mundo en estado de evolución”. Así en la Cruz se da para él la síntesis de lo Transcendente y lo Ultra-Humano, de lo “en-lo-Alto” y lo de “en-Adelante” y añade “esta es exactamente la misma Cruz que yo adoro: la misma Cruz, pero mucho más verdadera”.
La relación entre lo cósmico y lo crístico está, también, tocada brevemente en El Dios de la evolución, escrito el 25 de Octubre de 1953, durante el viaje de vuelta de su estancia en África del Sur[13]. En esta obra Teilhard empieza preocupado por el hecho de que la visión tradicional cristiana deje de atraer a los elementos más “progresistas de la humanidad”, por no incorporar en ella la visión evolutiva del mundo descubierta por las ciencias. La respuesta a esta preocupación la encuentra en la presentación del que llama, “el Dios de la evolución”. Este no es solo el Dios que crea evolutivamente, sino el Dios hecho hombre, el Cristo universal, en el que se reconoce la conjunción del Omega de la experiencia humana al que tiende la evolución, y el Omega de la fe en la Encarnación, es decir, el Omega de la ciencia y el de la mística cristiana. La presencia del Cristo-Omega, convierte la dimensión cósmica en la “crística”, de forma en que lo cósmico expande y engrandece lo crístico y lo crístico “amoriza”, es decir, llena de energía (energía del amor) hasta la “incandescencia”, el ámbito de lo cósmico. Vemos aquí, otra vez, la imagen del fuego para expresar la acción vivificante de Cristo en el mundo. Ciencia y mística se unen en torno a un Cristo identificado finalmente como el Punto Omega último de una evolución convergente.
Un nuevo escrito de carácter espiritual, fechado en Marzo de 1955, lleva por título “Investigación, trabajo y adoración”[14]. Teilhard empieza recordando el consejo dado por sus superiores: “Trabaja en la ciencia con paz, sin meterte en filosofía y teología”, para afirmar que esto para él es “psicológicamente inviable y directamente contrario, además, a la mayor gloria de Dios”. El escrito empieza reconociendo como “la investigación científica se ha convertido cuantitativamente y cualitativamente en una de las mayores, sino la forma principal de la actividad terrestre refleja”. El reconocimiento de la importancia primordial de la visión científica del mundo es fundamental en el pensamiento de Teilhard. Esta visión científica ha descubierto que la vida es el resultado de una evolución y que ella continua hacia adelante, en el progreso a través de la actividad humana, principalmente la científica, que lleva a la transformación del hombre mismo, a lo que Teilhard llama el ultra-humano, última etapa de la evolución. De esta forma todo investigador se ha convertido ya en un creyente en el “hacia-adelante”, es decir del progreso, y un entregado hacia la realización del ultra-humano. Las consecuencias de esta actitud lleva a una solución del problema práctico entre ciencia y religión que nace de ver una contradicción entre la valores religiosos tradicionales (el Dios en lo Alto) y el futuro humano en el hacia-adelante, al que lleva el progreso científico. Pero Teilhard recuerda que precisamente en un universo en evolución, como el que ha revelado la ciencia, y que él ve que continúa adelante hacia su realización final en Cristo, reconocido como “centro natural y supremo de la cosmogénesis” o “polo superior de la evolución cósmica”. De esta manera todo trabajo que lleva hacia el progreso, y de una manera especial el científico, es ya en sí mismo uno de participación en el proceso que lleva hacia la realización final del mundo en Cristo. En el cristiano, convertido en “trabajador de la tierra”, se realiza una “magnífica resonancia” entre su adoración del Dios en lo Alto tradicional y la fe en el Cristo en Adelante polo último hacia el que progresa la evolución humana.
Finalmente, Teilhard asemeja el trabajo del sacerdote investigador científico y el del sacerdote obrero, una experiencia en auge en aquellos años, En ambos casos, cree que es necesario una espiritualidad nueva en la que se una “genéticamente” (como él dice) el Reino de Dios y el esfuerzo humano. Más aun pide una “educación espiritual” en la que se repiensen los Ejercicios Espirituales (e incluso el dogma) para saber apreciar la “virtudes crísticas y cristificantes de las operaciones y las obras humanas”. Las meditaciones esenciales de los Ejercicios Espirituales (Principio y Fundamento, Rey Temporal, Dos banderas…), concebidas desde el punto de vista de un universo estático, deben adaptarse a la visión de uno dinámico, en evolución a través del trabajo humano atraído por acción del Cristo Total hacia el que tiende. El universo nuevo en evolución, que se nos descubre a través de las ciencias, está exigiendo una cristología nueva. Así Teilhard nos dice para terminar que “la vieja oposición de Tierra y Cielo desaparece (o se corrige) en una fórmula nueva: Al cielo por la realización de la tierra” y “aparece una nueva y superior forma de adoración, gradualmente descubierta por el pensamiento y la oración cristianas”.
Lo Crístico
El escrito más importante de la última época de la vida de Teilhard, escrito un mes antes de su muerte, es sin duda alguna el que titula “Lo Crístico”[15], donde presenta una última versión de su visión sobre el Mundo y Cristo. En 1950 en carta a Jeanne Mortier expresa ya su proyecto de escribir esta obra: “Para mí (lo que es lo mismo), este extraordinario “Crístico” que no querría morir antes de haberlo expresado de forma aproximada como yo lo vislumbro con un asombro que no ha dejado de crecer (aumentar)”[16]. En Abril de 1952, ya en Nueva York menciona en otra carta a Mortier: “La próxima cosa que escribiré “para mi” (y para los íntimos) será, puede ser, un estudio sobre “la Cristoesfera”, o sobre lo Crístico (el Punto, el Medio y la Energía crística), esto me vuelve a llevar, más o menos al Medio Divino”[17]. Finalmente, en septiembre 1954, le escribe: “mientras tanto, yo pienso más y más en escribir una cosa confidencial sobre lo Crístico: una forma de quintaesencia del Medio Divino, de la Misa sobre el Mundo y el Corazón de la Materia”[18].
El término lo Crístico aparece en la tercera parte de “El corazón de la Materia”, como ya hemos visto. Teilhard aclara ahora que en él ha surgido por una evolución espontánea un innato sentido cósmico y también un cierto sentido Crístico. Para él, por lo tanto, lo que llama “lo Crístico” constituye una síntesis entre la convergencia cósmica y la emergencia crística. Une así la visión desde abajo con la de desde arriba, a lo que se puede llegar contemplando el mundo en evolución y lo que la fe cristiana nos dice de Cristo, presente en el mundo por su encarnación.
Por un lado, la ciencia ha descubierto la evolución cósmica en la dirección de complejidad-conciencia de dimensiones planetarias que continúa a nivel humano y debe ser convergente. Esa convergencia debe de acabar en una última unión de todo, a través del espíritu humano, en algo que se proyecta hacia el futuro como un Punto Omega. La fe cristiana descubre la inserción de Cristo en el proceso de la evolución por la Encarnación, que se expande por su resurrección para integrar en un solo cuerpo toda la humanidad, junto con el universo entero en la parusía del final de los tiempos.
Así el Punto Omega de la evolución visionado a partir de la ciencia se identifica finalmente con el Cristo de la fe. La visión desde debajo de la ciencia se completa con la visión desde arriba de la fe. El universo y Cristo se completan y conjugan en un universo Cristificado y un Cristo universalizado. Asi afirma finalmente: “Con el Universo Cristificado (o lo que es lo mismo, con un Cristo universalizado) aparece un super-medio evolutivo, que yo he llamado el “Medio Divino”[19]. Teilhard reconoce que esta visión de Cristo no ha llamado la atención de los teólogos, a pesar de ser vital para el futuro del cristianismo.
Lo Crístico es, por lo tanto, la unión y síntesis de las exigencias cósmicas de un Verbo encarnado y las potencialidades de un Universo en evolución convergente. La visión científica de un universo convergente se une, de esta forma, a las consecuencias de la Encarnación, misterio central de la fe cristiana. Esta nueva visión, que considera a la vez “pan-humanizante” y “pan-cristificante”, constituye para Teilhard el fundamento de un nuevo cristianismo: “un Cristianismo reincarnado una segunda vez (y como a la segunda potencia) en las energías espirituales de la Materia. Exactamente el “ultra-cristianismo” que nos hace falta en este momento, para responder a las exigencias recientes de lo “ultra-humano” hacia donde progresa la humanidad[20].
Las últimas líneas
El último escrito de Teilhard es la última página de su diario[21]. Se trata de unas líneas cortas escritas el día de Jueves Santo, tres días antes de su muerte y representan una síntesis muy comprimida de todo su pensamiento religioso. A modo de título lleva el encabezamiento “Lo que yo creo, una síntesis”, que indica ya el contenido de las líneas que siguen y recuerda el escrito con parecido título, “Como yo creo” de 1934[22]. En ellas hace una presentación que va desde el mundo evolutivo al Cristo universal. Comienza con lo que considera como la confirmación teológica de su pensamiento con la cita de S. Pablo (en griego) “Dios todo en todas las cosas” (1Cor 25, 26). Sigue la afirmación del carácter dinámico evolutivo del universo que termina en Cristo: “Cosmos = cosmogénesis- Biogénesis- Noogénesis- Cristogénesis”. La evolución del cosmos implica la de la vida (biogénesis), de la humanidad (noogénesis) y tiene como su último fin el Cristo Universal (Cristogénesis). A continuación, siguen “Los dos artículos de mi credo”, primero: el universo centrado en lo Alto y en Adelante. Teilhard ha usado estas dos expresiones, como ya hemos visto, para referirse al carácter transcendente de Dios (en lo Alto) y como fin último de la creación (en Adelante) y segundo: el centro es Cristo (noogénesis igual a cristogénesis), es decir, la evolución de la humanidad (noogénesis) termina en el Cristo Universal, Punto Omega de toda la evolución. Las dos últimas líneas, con el título “Plan, Lo que yo creo”: 1) un Cosmos centrado que lleva a un “neo-humanismo”, con el que se designa a lo “ultra-Humano”, es decir el último estadio de la evolución de la humanidad. 2) Cristo centro del Cosmos (noogénesis = Cristogénesis). Como consecuencia, la formación de un “nuevo cristianismo” que se aclara como un nuevo Nicea (Néo-Nicée), es decir una nueva Cristología, y su identificación con la de San Pablo. Para terminar que con que este neo-cristianismo se “salva la noogénesis y él es salvado por ella”.
Estas breves líneas de Teilhard nos confirman lo que ocupaba su pensamiento en los últimos momentos de su vida. Sin embargo, era consciente, también, del poco influjo que había tenido su visión cristológica, sobre todo entre los teólogos, y añade al final de “Lo Crístico”: “¿Cómo es que mirando en torno mío … me encuentro casi solo … en haber visto? ¿El Cristo Universal? ¿El Medio Divino? Después de todo ¿No seré solamente el juguete de un espejismo interior? … que mi Crístico sea una mera ilusión.” Para afirmar lleno de esperanza: “es suficiente para la verdad aparecer una sola vez, en un solo espíritu para que nada pueda ya nunca más impedirle invadirlo todo e inflamarlo todo”.[23] Sesenta y cinco años después de escribirse estas líneas la aceptación y propagación de la visión y la espiritualidad de Teilhard nos lo confirman.
Notas
[1] Sobre la espiritualidad de Teilhard hay una abundante bibliografía entre los libros más recientes: Gustave Martelet, Teilhard de Chardin, prophète d’un Christ toujours plus grande. (Bruselas: Lessius, 2005) ; André Dupleix y Évelyne Maurice, Christ présent et universel. La vision christologique de Teilhard de Chardin, (París: Mame-Desclée, 2008) ; Kathleen Duffy, Teilhard’s mysticism : Seeing the inner face of evolution. (Maryknoll: Orbis Book, 2014); Ursula King, Christ in all things: Exploring spirituality with Teilhard de Chardin. (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2016). Traducción: Cristo en todas las cosas. Explorando la espiritualidad junto a Pierre Teilhard de Chardin. Sal Terrae, 2021 (con la colaboración y financiación de la Asociación de Amigos de Teilhard de Chardin, sección española)
[2] Pierre Teilhard de Chardin, Lettres à Jeanne Mortier, (París: Seuil, 1984) (24 Agosto 1948), 38.
[3] Lettres à Mortier (8 Marzo 1955), 178.
[4] Pierre Teilhard de Chardin, Lettres intimes a Augusto Valensin, Bruno de Solage, Henri de Lubac, André Ravier (1919-1955). (Paris: Aubier Montaigne, 1975), 466.
[5] “Le Coeur de la Matière”, Oeuvres de Pierre Teilhard de Chardin, 13, (París: Éditions du Seuil, 1976), 19-74.
[6] Lettres à Mortier (14 y 19 de Agosto 1950) 65, 66.
[7] “Le Coeur de la matière”, Oeuvres, 13, 65
[8] Por ejemplo, en “El Medio Divino”, introduce Diafanía junto con los términos Transparencia e Incandescencia. “Le Millieu Divin”, Oeuvres, 4 (1957), 159-164.
[9] “Le Coeur de la matière”, Oeuvres, 13, 67-70
[10] “Réflexions sur la probabilité scientifique et les conséquences religieuses d’un ultra-humain” Oeuvres 7, 279-291.
[11] “Ce que le monde attend en cemoment de l’Église de Dieu: Une généralisation et un appofondissement du sens de la Croix”. Oeuvres, 10 (1969), 251-261.
[12] “Le coeur du problème”, Oeuvres, 5 (1959), 337-349.
[13] “Le Dieu de l’Évolution” Oeuvres, 10 (1969), 283-291.
[14] “Recherche, Travail, et adoration”, Oeuvres 9, 281-289.
[15] “Le Chistique”, Oeuvres 13 (1976), 93-118.
[16] Lettres à Mortier (19 de Agosto 1950), 66.
[17] Lettres à Mortier, (30 Abril 1952), 97
[18] Lettres à Mortier, (22 Septiembre 1954), 162
[19] “Le Christique”, Oeuvres 13 (1976), 110.
[20] “Le Christique”, Oeuvres 13 (1976), 111
[21] “Dernier page du journal” ( 6 Abril, 1955), Oeuvres 13 (1976), 119.
[22] “Comment je crois”, Oeuvres 10 (1969), 115-152.
[23] “Le Christique”, Oeuvres 13 (1976), 139.